Image: Capturar la luz

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Ensayo

Capturar la luz

Arthur Zajonc

2 octubre, 2015 02:00

The voyage of life, de Thomas Cole (1840)

Traducción de Francisco L. Marín Atalanta. Gerona, 2015. 387 páginas, 29'50€

¿Recuerdan la famosa definición del tiempo de San Agustín "¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé". Pues algo parecido podríamos decir de la luz, salvo que quienes no son capaces de responder son precisamente los que se dedican a su estudio o su práctica, ya sean especialistas en óptica, físicos o artistas. Sí, la luz es un fenómeno cuya naturaleza se hace más y más oscura cuanto más sabemos de ella. Porque en un sentido estricto, la luz es invisible, sólo vemos los objetos en que se refleja.

Como sabemos, el vacío cósmico -lleno de luz solar, tachonado de estrellas- es completamente negro. Pero en lo que respecta a la visión, resulta que no basta tener ojos para ver. Según numerosos casos estudiados a lo largo de las últimas décadas, los ciegos de nacimiento que han recuperado la vista, no distinguen lo que ven. Y es que sin "luz interior", sin una imaginación visual formadora, la luz exterior ilumina la nada. Finalmente, las concepciones científicas mecanicistas de la luz, vigentes durante siglos, se desvanecen cuando analizamos ésta desde la física cuántica. Misteriosa desde el punto de vista puramente material, resulta que es un símbolo universal del espíritu, y las más diversas religiones, desde hace miles de años, han tomado la luz por sinónimo de la misma divinidad, o por uno de sus atributos.

Visto en conjunto, el tema adquiere tal magnitud que dedicarle sólo un libro no parece suficiente. El autor de éste es Arthur Zajonc (Boston, 1949), físico de formación, con una amplia trayectoria en universidades y laboratorios europeos y norteamericanos. Miembro también de la Sociedad Antroposófica y presidente del Mind and Life Institute. Una eminencia que podríamos adscribir a eso que se denomina "misticismo cuántico", si no fuera porque el término tiene tan mala reputación intelectual. En todo caso, lo que postula Zajonc es acorde con todas esas revisiones del pensamiento ilustrado que constituyeron la postmodernidad. Una de sus tareas fue reparar las fracturas llevadas a cabo por Bacon y Descartes, el primero con la creación de un método científico objetivo, distinto de la experiencia individual, y el segundo con la división entre cuerpo y espíritu. Como la luz participa de todos estos aspectos, es un escenario ideal para esta clase de operaciones.

Para concretar: este libro es un riguroso y entretenido recorrido por los conceptos con que se ha captado la luz a lo largo de los siglos. Asistiremos desengañados a cómo cada descubrimiento definitivo era anulado por el siguiente. Fue considerada un corpúsculo (Newton) para luego comprobarse que era una onda (Huygens). Hasta que Planck aseguró que era las dos cosas. Einstein introdujo su dimensión cuántica... y esto no tiene pinta de haber acabado. Para comprender la luz es necesario recorrer muchos caminos. De la física, pero también de la filosofía. De la psicología y de la historia.

Me detendré en un aspecto común a varias: la luz es también color, asunto al que dedica Zajonc interesantes averiguaciones. Una es cómo han evolucionado las nociones de color. Y es que si chloros es verde, como traducen los filólogos, no hay manera de entender porqué Homero lo atribuye a la miel, Píndaro al rocío y Eurípides a las lágrimas. Chloros no es simplemente verde, es además lo fresco y lo vivo. Ahora podemos sospechar qué sucede cuando en la Iliada se habla famosamente de un mar color de vino y de un cielo broncíneo. Y es que el mundo no es tan plano como nuestras pantallas nos han hecho creer. Ni el ojo es una cámara que recoge de forma neutra lo que pasa ante ella, ni la luz es un mero fenómeno físico (por más que su complejidad le convierta en el más misterioso de todos). Lo mental y lo real, lo material y lo espiritual, lo observado y el observador se entrelazan y se modifican mutuamente. Escribió Emerson; "No hay ningún fenómeno natural que no sea reflejo de otro espiritual". Puede que él y tantos otros estuvieran locos, pero parece que nuestra cordura habitual nos ha privado de entender plenamente el universo en que vivimos.