Image: Tu pez interior. 3.500 m. a. de años de historia del cuerpo humano

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Ensayo

Tu pez interior. 3.500 m. a. de años de historia del cuerpo humano

Neil Shubin

13 noviembre, 2015 01:00

Neil Shubin. Foto: Archivo

Traducción de Ricardo García Pérez. Capitán Swing. Madrid, 2015. 272 páginas, 18'75€

Desde que Charles Darwin divulgó sus sensacionales reflexiones tras pasar por las Galápagos, que somos herederos directos de seres que provienen del mar se fue convirtiendo en una idea icónica. Y a este Adán ancestral lo simbolizamos en un pez mitológico al que las antiguas ilustraciones representaban con unas patas delanteras capaces de impulsarse hacia la tierra y una determinación en la actitud que anunciaba al que presumiría de coronar lo más alto del árbol evolutivo de la naturaleza: el ser humano.

Lo hermoso del caso es que la realidad supera la ficción, y Tiktaalik, un fósil de 375 millones de años, resultó que tenía todo lo necesario para encarnarlo: cráneo, cuello, extremidades, codos, dedos, pies, tobillos y muñecas. Neil Shubin, el autor de Tu pez interior. 3.500 millones de años de historia del cuerpo humano, responsable de la Escuela de Anatomía de la Universidad de Chicago y miembro de la Academia Nacional de Ciencias, fue con Steve Gatesy su codescubridor.

"La mejor manera de enseñar anatomía es ser paleontólogo", dice Shubin. Y esta convicción y bagaje le llevaron a aventurarse por diversos rincones del planeta sin despreciar, ni mucho menos, los más cercanos a las áreas urbanas o industriales. Su búsqueda de especímenes le complicó en pintorescas y, a veces, poco heroicas aventuras que narra en forma directa y con admirable auto ironía. Aunque a los paleontólogos de campo les resulta más fácil encontrar yacimientos hoy en día (gracias a la explotación geológica llevada a cabo por los gobiernos locales, empresas extractoras de petróleo o gas o las ingenierías de nuevas carreteras) el fósil de su vida apareció en el Ártico y se bautizó como "Pez de agua dulce" en la lengua Inuktitut.

Este hallazgo se suma felizmente al monto de evidencia disponible en favor de la Teoría de la Evolución. El anatomista/paleontólogo nos cuenta la historia de la evolución trazando los órganos del cuerpo humano hasta cientos de millones de años atrás. La estructura fundamental de la vida sigue unos planos generales que enlazan hombres con gusanos o bacterias. En el centro de cada gen hay una escueta secuencia de ADN que es prácticamente idéntica en todas las especies. A esos 8 genes homeóticos se les denomina "genes Hox". Y en todos los animales que tienen cuerpo hay alguna versión de los mismos.

El terreno de la disputa entre los creacionistas y los evolucionistas ha sido siempre el de las fases intermedias, la de los llamados "eslabones perdidos". El fósil de Neil Shubin es el perfecto candidato para ser un enlace más que probable entre los animales marinos y sus parientes terrestres. Demostrando cómo los rasgos anatómicos son cooptados por la selección natural, el autor hinca un clavo más en el féretro del Diseño Inteligente. Sus lecciones de anatomía dejan aún más claros los desatinos de un Diseñador que en vez de empezar de nuevo en cada especie se decide por parches y pedazos de obras anteriores sin ninguna necesidad razonable.

Así sufren los hombres hernias por la tortuosa disposición de sus conductos espermáticos o se lía nuestro sistema respiratorio con el digestivo haciéndonos vulnerables a ahogamientos. Como dice Shubin: "No hemos sido diseñados racionalmente, sino que somos productos de una historia zigzagueante".

Todos esos eslabones van encajando en su sitio haciendo retroceder las tinieblas del oscurantismo religioso y, por esta razón, Tu pez interior remueve pasiones en los foros creacionistas. Pero Neil Shubin advierte: 2Por cada ‘eslabón perdido' que encuentras, creas dos huecos más en el registro fósil".

Tu pez interior quiere abarcar un espectro ambicioso y lo consigue con solidez, manteniendo la amenidad y transmitiendo además un entusiasmo que apenas se ve empañado en algunos momentos, sobre todo cuando la información más técnica necesita ser servida. Pero la belleza de la idea, la de que llevamos en nuestro cuerpo y en nuestro genoma la historia de la evolución, la de que somos parte de un relato majestuoso que probablemente vaya más allá de nuestro planeta, sabe comunicarla Shubin con finura y penetración. Nuestra comprensión de los engarces que enlazan a las distintas especies, grupos y familias tal como las vemos hoy en día solamente es posible con una mirada capaz de abarcar eones.