Arden las redes
Juan Soto Ivars
9 junio, 2017 02:00Juan Soto Ivars. Foto: Negratinta
A ras de sus 32 años el periodista Juan Soto Ivars entra con esta obra en el complejo universo de las redes sociales para poner patas arriba sus trampas. La poscensura, ejercida en horizontal por individuos o grupos que podrían ser nuestros vecinos, es la más peligrosa pero no la única. Nacido en Águilas (Murcia), desde su primera juventud Soto Ivars metió la mano en el fango de las redes sociales. En 2008 confiesa en estas páginas, “usaba Facebook de forma brutal, sin cuidado por lo que pudiera herir a los demás. No solo publicaba chistes del estilo de los que le costaron el linchamiento a Guillermo Zapata, sino que insultaba a personajes públicos que me caían antipáticos, [...] me di cuenta de que ganaba adeptos insultando a determinadas personas” (pág. 194). La aparición de internet fue recibida como una fuente de conocimiento y libertad. En 2016, escribe Soto, existían 615 millones de europeos con acceso a red, la mitad de ellos usuarios de Facebook. Lo malo es que de inmediato se inundaron las redes sociales de opiniones interesadas y ofensivas. Internet proporcionó un nuevo poder de reprobación masiva. Con la crisis la ira social no hizo sino aumentar y ahí, en medio de la libertad, nació el fenómeno de la poscensura. La poscensura no es vertical, no necesita el concurso del poder tradicional. Es horizontal, no amordaza pero produce miedo a expresar ciertas ideas. Procede de gente que desde las múltiples posibilidades que proporciona internet vigila sus propias convicciones o las de su grupo. Sin embargo, la poscensura no es un fenómeno producido sólo por personas de mente contrahecha ante una pantalla. La crisis de legitimidad de la prensa y la mezcla de corrección política y guerra cultural juegan, para Soto, un papel crucial en el ejercicio de la poscensura y en el linchamiento que con frecuencia se produce en la red. El aparato narrativo de Arden las redes funciona muy bien. Tras un breve repaso del tránsito de la censura franquista a la democrática y a la poscensura, el texto introduce al lector en la terminología que va acuñando Soto. “Pajilleros de la indignación”, guerra cultural o sociedad de la mutua vigilancia son algunos de los conceptos que van siendo desgranados al tiempo que se presentan al lector diversos linchamientos en la red. Ese recurso a casos reales como los de María Frisa o Vigalondo, entre otros, ilumina a la vez que produce una gran tensión. El lector se inquieta ante la censura de individuos y grupos de presión y a la vez se angustia ante los textos infames que dieron lugar a la sobrerreacción censora.