Carta a un joven musulmán
Omar Saif Ghobash
5 enero, 2018 01:00Omar Saif Ghobash. Foto: Qantara.De
Una regla básica del periodismo es que una buena noticia nunca es noticia, y el mundo musulmán produce suficientes malas noticias como para que estas copen casi toda la información: atentados, dictaduras brutales, fanatismo... El resultado no es sólo que tengamos una imagen distorsionada de la realidad musulmana sino que estemos haciendo el juego a los yihadistas, que por su parte están empeñados en afirmar la incompatibilidad absoluta entre el Islam y los valores liberales y democráticos surgidos en Occidente.Por ello es tan importante que escuchemos las voces sensatas y tolerantes que nos llegan de los países árabes y musulmanes; como la de Omar Saif Ghobash (Emiratos Árabes Unidos, 1971).
Su padre, nacido en 1933, había quedado huérfano a los doce años, con un terreno y dos esclavos por herencia, en un lugar tan atrasado como para que subsistiera la esclavitud; llegó a ser ministro de Asuntos Exteriores de un país en plena expansión, los Emiratos Árabes Unidos. Omar tenía seis años cuando su padre fue asesinado por un terrorista palestino que pretendía matar a un ministro sirio de visita en los Emiratos. Huérfano de padre, hijo de una madre rusa, educado en un colegio de lengua inglesa, tardó en dominar el árabe y sufrió al sentir que sus compañeros no le consideraban un árabe de pura cepa. Hoy es embajador en Moscú y un gran promotor de la cultura árabe. Su libro va dirigido a su hijo Saif y tiene la libertad de composición del estilo epistolar, tan en desuso hoy y tan cercano al arte de la conversación. Va pasando de un tema a otro pero su mensaje resulta siempre coherente.
No es un libro dirigido a un público occidental y ello representa una ventaja. No trata de convencernos de que el Islam es una religión de paz y de que el yihadismo es una aberración ajena a la tradición islámica. Nos ofrece la posibilidad de escuchar las reflexiones de un padre musulmán preocupado porque su hijo pueda dejarse arrastrar por el discurso simplista del islamismo político. El Islam es la solución, decían los Hermanos Musulmanes de Egipto, que apenas supieron cómo gobernar en la breve etapa en que pudieron hacerlo, y lo mismo parecen pensar los criminales del autodenominado Estado Islámico, mejor llamado Daesh. Ello implica suponer, observa el embajador Ghobash, que todos los problemas que afectan a una sociedad no deben ser resueltos por ella misma, sino que sólo cabe esperar que Dios se apiade de quienes son suficientemente piadosos. Le religión sale así de su esfera espiritual para invadir todos los aspectos de la vida. Frente a ello, recuerda un dicho de Mahoma, que explica que cuando unos productores de dátiles siguieron un consejo suyo y les fue mal les dijo: "Vosotros conocéis mejor que yo las cosas de vuestro mundo".
Lo que más llama la atención del lector occidental en el libro de Ghobash es hasta qué punto el discurso religioso fundamentalista impregna la cultura árabe. Él mismo experimentó la seducción del fundamentalismo cuando tenía doce años, bajo el estímulo combinado de un curso intensivo de recitación coránica y de las imágenes televisivas de la invasión israelí del Líbano en 1982. Pero frente al atractivo de los discursos simplistas que sumergen al individuo en una supuesta gran causa colectiva, Ghobash proclama la necesidad de la duda razonable, del esfuerzo por comprender, del valor de cada persona individual. Un mensaje que es tan válido para los musulmanes como para cristianos, ateos, judíos o budistas.