El género y la lengua
Pedro Álvarez de Miranda
21 diciembre, 2018 01:00Pedro Álvarez de Miranda. Foto: RAE
El género y la lengua, bien editado y escrito, llega oportunamente, en un contexto de polémicas sobre la visibilidad de la mujer a través de la lengua. Y se ocupa de algo tan serio como el género gramatical. Lo bueno de este tipo de situaciones es que despiertan el interés por unos temas sociales que, en el fondo, son lingüísticos. Al hilo de esa actualidad, Pedro Álvarez de Miranda (Roma, 1953) ha ido escribiendo en los últimos meses una serie de artículos que ahora refunde, reelabora, amplía y rerredacta con un punto de ironía y de guasa, echando mano unas veces de la reducción al absurdo y otras, de una retórica ligera de pregunta-respuesta, con el propósito de hacer pedagogía.El contexto se ha ido creando poco a poco: primero llegó la llamada "corrección política", con especial atención al lenguaje sexista, y en los últimos tiempos se insiste en lograr un lenguaje "inclusivo" o "incluyente" que no invisibilice a nadie, especialmente a la mujer. La tesis de Álvarez de Miranda es clara: en español el masculino es el género no marcado, que bien puede tener antiguas raíces patriarcales, pero el hecho es que, en nuestra lengua, los niños puede referirse solo a niños, pero también a los niños y a las niñas. De los recursos recomendados por las guías feministas para visibilizar a la mujer, sin censurar los desdoblamientos moderados, señala sus limitaciones en el uso real, donde chocan con la economía de cualquier discurso; admite que colectivos como la infancia, cuando existen, de vez en cuando pueden ser una alternativa útil; pero advierte de que, para evitar los morfemas de género, no sirven para la oralidad ni gramaticalmente la barra (los/las niños/as), la @ (l@s niñ@s) o la x (lxs niñxs), que no se pueden leer, ni su sustitución por una e (les niñes), tendencia más popular en América, en lo que llama irónicamente "pseudoasturiano".
Resulta interesante seguir, a través de las sabias palabras de Manuel Seco -que el autor califica con razón de "luminosas"-, la historia de cómo la irrupción del anglicismo gender, traducido como género en la expresión violencia de género, vino a crear una situación anómala desde el punto de vista lingüístico. Y cómo la inicial resistencia académica acabó rindiéndose a la evidencia de que había alcanzado un uso y le hizo sitio en el Diccionario de 2014. Porque es el uso el que manda. Como se ve a lo largo del libro, la Real Academia, en ocasiones conservadora, es más receptiva, está más pendiente del uso que, por ejemplo, la Académie française, como ha demostrado incorporando nuevos femeninos, como médica o química, para nombrar a las mujeres profesionales.El objetivo de este ensayo es ayudarnos a comprender que el masculino es siempre en español el género no marcado
Álvarez de Miranda, por su parte, apoya resueltamente "en términos generales los mecanismos flexivos", al tiempo que destaca que el español tiene de antiguo tendencia a feminizar, más que el francés y que el italiano. En ese sentido, considera que, en vez de combatir el masculino incluyente, sería más "feminista" luchar por recuperar femeninos ocupados por usos del pasado, como capitana o coronela, limpiándolos de connotaciones como la de ‘la mujer de' incluso en el ámbito del ejército o plantearse el rescate de algunos femeninos peyorativos.
Todo esto y mucho más se puede encontrar en las argumentaciones de El género y la lengua, basadas en episodios que resultan familiares, de puro recientes, ante los que el autor toma posición: el intento de feminizar más allá de lo gramatical, portavoza, y sus precedentes; el encargo gubernamental de informar sobre si el texto de la Constitución podría redactarse en un lenguaje más inclusivo; la imposibilidad demostrada de mantener un discurso pretendidamente inclusivo en femenino plural, que no funciona porque la concordancia se rebela...
En la primera página del libro, Álvarez de Miranda afirma que su objetivo es ayudar a comprender, a aceptar y a asumir de forma natural, desdramatizada, que el masculino es en español el género no marcado. Y, cargado de razones argumentadas, concluye con unas palabras que acercan a su estilo: "Un modo de resumir lo esencial de lo que el presente ensayo ha querido trasladar al lector sería este: si el que el masculino sea el género no marcado recibe la consideración de problema, mal asunto, francamente malo. Aviados estamos, porque, muy sencillamente dicho, la mala noticia es que no tiene solución".