El capitalismo triunfó gracias a los populistas: un libro desenmascara al modelo económico actual
El intelectual británico Stuart Jeffries defiende que la cultura posmoderna y el neoliberalismo siempre fueron aliados naturales
28 junio, 2023 02:17Escrito con el tono habitual de suficiencia que adoptan los intelectuales anglosajones de filiación marxista cuando arremeten contra ese saco de los golpes que es el llamado “neoliberalismo”, el nuevo libro de Stuart Jeffries (Wolverhampton, Reino Unido, 1962) –colaborador de The Guardian de quien se apreció mucho en España Gran Hotel Abismo, su monografía sobre la Escuela de Fráncfort– tiene todos los mimbres para entusiasmar a quienes estén dispuestos a aplaudir su argumento principal. A saber: que la cultura posmoderna y el neoliberalismo económico siempre fueron aliados naturales.
Sucede que la correlación temporal entre dos fenómenos no implica que uno sea causa del otro; máxime cuando no resulta fácil definir con rigor ninguno de ellos. Y no será por falta de material: las casi quinientas páginas del libro están llenas de nombres e historias, así como de ingeniosas interpretaciones sobre el significado de tal o cual episodio de la producción cultural occidental del último medio siglo. Que semejante ejercicio de acumulación resulte convincente es asunto distinto.
Jeffries defiende que la crisis económica iniciada en 1973, que naturalmente atribuye al malévolo deseo del capital de poner fin a la era dorada de la socialdemocracia, está en el origen de la posmodernidad. La razón es sencilla: “el neoliberalismo necesitaba los servicios de una cultura populista basada en el mercado como medio de diferenciación y en un libertarismo individualista”. Se atribuye así voluntad propia al neoliberalismo, convertido en un agente semiconsciente: necesitaba de la posmodernidad y la posmodernidad hizo acto de aparición.
Pero lo que sea el neoliberalismo, por más que en el libro se cite 85 veces a Margaret Thatcher, no está claro; aunque se nos habla aquí de una filosofía económica que se orienta al recorte del Estado y culpa a los individuos de su destino, la evolución del gasto público en los países de la OCDE desde los años 60 hasta ahora no proporciona una evidencia concluyente.
Tampoco es siempre persuasivo el autor cuando caracteriza a la posmodernidad: decir que Hijos de la medianoche es una novela posmoderna debido a que su narrador no es fiable supone pasar por alto al Nabokov de La dádiva, escrita en Rusia a mitad de los años 30. Más acertado se muestra Jeffries cuando afirma que la posmodernidad no supone el fin de los grandes relatos, sino que ha venido funcionando como una crítica de su verosimilitud.
No faltan en este libro los momentos interesantes: se habla de la verdad, de la ironía, del género
Cada uno de los diez capítulos del libro se ocupa de tres hitos socioculturales acontecidos entre 1972 y 2022, que han sido elegidos para ilustrar la tesis del autor. El catálogo es amplísimo: Nixon, el Anti Edipo, Cindy Sherman y los Sex Pistols, Madonna y el Apple Macintosh, Tarantino y Bowie, el Museo de Orsay, Netflix, el videojuego Grand Theft Auto, la teoría queer, el 11-S...
De acuerdo con el estilo dominante en el ensayo anglosajón contemporáneo, abundan en estas páginas los detalles biográficos y esos giros hermenéuticos que retratan al autor como el más listo de la clase: el lector aprende que “el código ético de Pulp Fiction es el neoliberalismo” y descubre consternado que “enviar mensajes de texto [sms] resulta emblemático del nuevo espíritu del capitalismo”. En la visión de Jeffries, el neoliberalismo siempre gana.
[La Escuela de Frankfurt: pensar en torno al abismo]
No faltan en este libro los momentos interesantes: se habla de la verdad, de la ironía, del género. Sin embargo, la visión conspirativa del mundo de que hace gala Jeffries resulta poco estimulante. Para quien se encuentre alineado de antemano con la posición del autor, el libro será un festín; dudo que los interesados en profundizar con rigor en el debate sobre un fenómeno sociocultural tan complejo como fascinante, terminen igual de contentos.