Los admiradores de Beatriz Nuncafalla se podían contar por cientos, pues no era corriente tener por vecina a una niña que jamás cometiera errores. Alimentar puntualmente a su hámster, dosificar la mantequilla exacta en la tostada o cocinar unas deliciosas magdalenas eran algunas de las habilidades que despertaban la admiración en su entorno. Pero nadie se daba cuenta de que nuestra preocupada protagonista no se atrevía ni a patinar con sus amigas por, si acaso resbalaba en el estanque helado. Por ello el día en que, en pleno espectáculo de malabares, la pequeña erró en sus cálculos sufriendo un estrepitoso desastre, el mundo pareció detenerse. Adultos y pequeños aprendemos en este sencillo álbum de expresivas ilustraciones la necesidad de perder el miedo a la opinión de los demás, y descubrimos la maravillosa libertad de no caer en la tiranía de la autoexigencia.