Érase un joven corredor de bolsa americano que por los azares de la vida terminó vagabundeando en Londres sin un mendrugo de pan que llevarse a la boca. Pero quiso la providencia que dos ancianos caballeros lo eligieran para apostar si el susodicho era capaz de sobrevivir durante un mes con un billete de un millón de libras y no canjearlo. La honradez e inteligencia del protagonista, que comprueba cómo se le van abriendo las puertas de la ciudad y es tomado por un excéntrico millonario, son sus mejores aliados. Pero esta borrachera de felicidad no deja de contrastar con la angustia del joven cuando piensa que no es más que un fraude. Mark Twain traza una deliciosa fábula moderna que nos hará reflexionar sobre el poder del dinero y la reputación en una sociedad que se mueve por intereses, o sobre la necesidad de no juzgar a los demás por sus apariencias.