No siempre somos conscientes del privilegio que supone la educación. Un derecho incuestionable en nuestro entorno occidental que para otros niños del planeta implica toda una carrera de obstáculos -nos lo mostraba Pascal Plisson en el fantástico documental Camino a la escuela-, y lo ilustra el presente álbum en el que se recoge la vida de dos pequeños héroes. A estas alturas pocos desconocen la historia de Malala, cuya firme resistencia frente a la prescripción talibán que impedía asistir a la escuela a las niñas del valle de Swat, le valió un disparo que no acalló su mensaje de libertad ni la conciencia de que un niño, un lápiz o un maestro son capaces de luchar contra la barbarie y construir un mundo más justo.
La otra cara de este libro necesario está protagonizada por la biografía del pequeño Iqbal , que desde los cuatro años tuvo que trabajar en una fábrica de alfombras en condiciones infrahumanas para saldar una deuda y que, una vez liberado, denunció la situación de otros niños esclavos hasta que una bala acabó con su vida. A pesar de la crudeza del asunto, la autora americana retrata sin dramatismos el coraje de estos dos protagonistas con un texto sencillo y unas ilustraciones que reflejan el costumbrismo de la cultura musulmana. Y como acertado colofón, la cita de Tagore: "Que yo nunca rece por ser preservado de los peligros, sino para alzarme ante ellos y mirarlos a la cara".