Novela

Los señores del té

Hella Haasse

7 marzo, 1999 01:00

Traduc. de C. B. Corrochanno y D. J. Puls. Península, 1999. 337 páginas

Haasse nos ofrece en Los señores del té la epopeya cotidiana de un joven holandés, Rudolf Kerkhoven, quien, en 1871, al concluir sus estudios de ingeniería en DeIf, se traslada a Java, donde está instalada su familia, para hacerse cargo de una plantación familiar. El material del que parte Haasse es puramente documental, si bien la trama no reproduce el pasado, no lo imita, tampoco lo explica, lo comprende y lo simboliza, se constituye en su correlato alegórico.
Utiliza la intriga narrativa como medio de comprensión de unas vidas, de una situación histórica, de una mentalidad, que abarca una profunda transformación, desde un sistema colonial basado en unos valores que encarna Rudolf, fiel exponente de un tiempo y un pueblo, el holandés, hasta la llegada del nuevo siglo y sus cambios, tanto en ese sistema familiar que configuran cada uno de los plantadores y sus respectivas unidades familiares, como en sus vínculos con los nativos de Java y las diferentes tipologías de relaciones interpersonales que aparecen a lo largo de la narración. El relato de Haasse resulta así la memoria fiel de un tiempo y sus transformaciones, una visión objetiva y real, minuciosamente narrada, de un espacio, de una naturaleza selvática y nueva, en la que luchan unos seres con unos principios, con unos sentimientos y frustraciones, que son metáfora de la historia cotidiana, cuya fórmula es muy frecuente en la novela de carácter histórico actual, y que enlaza con la novela histórica clásica. En Los señores del té‚ la Historia con mayúscula queda en un segundo término, el protagonista vive inmerso en su microcosmos, en la lucha diaria contra las adversidades de su trabajo, dejando de lado otras circunstancias tanto históricas como personales. El resultado es una narración vigorosa, exacta, objetiva, que deja el claroscuro de la intrahistoria en un lugar destacado, con un pulso novelesco que utiliza fragmentos epistolares como fórmula de ceder voz en primera persona a unos seres que van cobrando nitidez y misterio a la vez.