Novela

Una estrella brilla sobre Mount...

Henry Roth

16 mayo, 1999 02:00

Traducción de Miguel Sáenz. Alfaguara. Madrid, 1999. 500 páginas, 3.200 pesetas

A Roth le interesa el pasado, la historia, ya sea ésta personal o universal. Hay pasajes donde nos encontramos ante un verdadero ejercicio de catarsis a través de la escritura. Es realmente un autor sincero hasta el infinito

E n 1991 se me brindó una de las oportunidades más atractivas para cualquiera que se dedique profesionalmente a la literatura norteamericana: entrevistar a Henry Roth, quien en toda su vida no había concedido más que dos o tres entrevistas. Recluido en una caravana a las afueras de Albuquerque, a Roth sólo le quedaba, según sus propias palabras, "esperar a que le llegara la muerte para reunirse con su amada Muriel". Efectuaba esta declaración postrado en una de las camas del hospital de Albuquerque, donde se encontraba internado por consumir una hamburguesa en malas condiciones. Pero también hablamos de otras cosas, como la situación del pueblo palestino, a quien él, en un sionismo radical, negaba cualquier derecho de independencia; del partido comunista, al que en otro tiempo se encontró tan próximo pero que en ese momento "ya no tenía sentido de existir"; de literatura ("algunos grandes genios están sobrevalorados")... etc. Tal vez por aquella entrevista no me ha resultado excesivamente sorprendente el contenido de esta última obra de Roth, Una estrella brilla sobre Mount Morris Park. Y escribo obra en el sentido más literal de la palabra, pues calificarla de novela, en su sentido más tradicional, tal vez induzca al error debido al elevado índice de contenido autobiográfico que encontraremos.
El protagonista es Ira Stigman, prácticamente el mismo "alter ego" de Llámalo sueño, David Schearl, a la edad de nueve años en el Nueva York de 1914. Su familia se ha mudado del judío East Side a Harlem, donde los irlandeses son mayoría. Esto le crea un verdadero problema, pues además del desarraigo que supone, deberá enfrentarse a los pandilleros irlandeses. Sin la presión que supone estar rodeado continuamente de judíos y atemorizado por las noticias sobre la inminente guerra en Europa, Ira se alejará progresivamente de las creencias y valores judaicos y trazará su propio, y doloroso, camino hasta llegar a los 15 años.
En esa búsqueda de la propia identidad el sexo ocupa un lugar predominante. Primero Minnie, pero después, y más importante, su profesora de literatura, Edith Welles, con su contenido pederástico, marcarán su desarrollo sexual. Como se ha visto hasta ahora apenas si nos hemos alejado un ápice de argumento de Llámalo sueño; lo verdaderamente novedoso lo encontraremos al descubrir a Ira en su vejez. Es aquí cuando encontramos a Roth hablando sobre los temas que más le interesan. Su interlocutor será el ordenador, Ecclesias; en las "conversaciones" encontraremos los pasajes más sustanciosos del libro. Ello sin menos- precio del magnífico retrato que nos ofrece de la ciudad de Nueva York, comparable a los de Dos Passos o Doctorow. Si el Ira niño hablaba en pasado el Ira anciano habla en presente, lo que confiere una inmediatez y una frescura que amplifican las cualidades de esta parte (realmente se trata de "reflexiones" intercaladas) al compararla con aquella.
Desde Llámalo sueño (1934), que pasó sin pena ni gloria hasta la edición de bolsillo de los años 60, lo único que nos había llegado de Roth fue su libro de relatos Shifting Landscape. él y su esposa Muriel trataron durante años de que Roth volviera a escribir, pero no fue sino hasta bien entrados los 80 cuando por fin consideró que volvía a encontrar su pulso narrativo. Se propuso entonces escribir una serie de seis volúmenes titulada genéricamente Mercy of a Rude Stream, de la que Una estrella brilla sobre Mount Morris Park suponía la primera entrega. Comparar esta obra de vejez con aquella de juventud se antoja como una obligación, máxime cuando nos encontramos con las dos novelas del autor con un intervalo de sesenta años y argumento un tanto similar. Sin embargo, tal ejercicio resulta baldío, efímero, pues queda bien claro, entiendo, que la intención del autor en ambos casos es tangencialmente diferente. Y no sólo por el espacio temporal transcurrido entre ambas y la consecuente evolución de su autor; sino porque en ambos casos la esencia literaria, la concepción que el autor tiene y entiende de lo que debe ser y cuál es la función de la literatura, es radicalmente opuesta. Ahora a Roth le interesa el pasado, la historia, ya sea ésta personal o universal. Hay pasajes donde realmente nos encontramos ante un verdadero ejercicio de catarsis personal a través de la escritura. Las "conversaciones" con Eclesias deben entenderse como las reflexiones de un autor que sufrió ante la imposibilidad de continuar escribiendo.
Desde luego que muchas de sus opiniones bien pueden ser cuestionadas y debatidas, como las referidas al "nigromante Joyce", empleando el mismo adjetivo de Roth, y la admiración que expresa por Wallace Stevens, "El Cielo y Wallace Stevens te perdonen" (nos encontramos ante un libro mucho más divertido que Llámalo sueño) y también aquellas que interesan directamente a temas de índole política. Pero de lo que no cabe duda es de encontrarnos ante un autor sincero hasta el infinito que ejemplifica aquella "Literature of exhaustion" de la que hablara Harold Bloom. En las últimas páginas de la obra leemos: "Dentro de poco no tendrá importancia: esas consideraciones existenciales serán relegadas pronto al polvo./Estoy de acuerdo, y en desacuerdo, Ecclesias. Más allá del límite, nada importa; la condición humana no importa ya. Pero antes de llegar al límite importa todo..." y esa, y no otra, fue la actitud de Roth al escribirla.