Novela

El caso Timmerman

Francisco J. Satué

23 mayo, 1999 02:00

Ollero & Ramos. Madrid, 1999. 264 páginas. 2.300 pesetas

Satué propone una lectura creadora de una novela que en la confusión de voces de su discurso fragmentado representa textualmente el extravío del ser humano en el desquiciamiento de la sociedad actual

Por su edad y por la temprana aparición de sus primeras novelas Francisco J. Satué (Madrid, 1961) ha estado presente en varias etapas de la joven narrativa española. Publicó su primera novela con poco más de veinte años: El círculo infinito (1983). Ensayó diferentes modalidades narrativas en una trayectoria ascendente que no ha dejado de interesar a la crítica, aunque no llegó a calar entre los lectores aun mereciéndolo más que otros que se fueron sucediendo en premios y apoyos publicitarios. De muchos de éstos ya no queda casi nada. En cambio de Satué perduran unas cuantas novelas que resisten bien otra lectura varios años después, como se comprueba con Desolación del héroe (1988), La carne (1991) y Piel de centauro (1995). Esta última ofrece una buena muestra de exploración en el hostil asfalto madrileño, por sus antros de alcohol, prostitución, drogas y delincuencia en actuales situaciones urbanas alimentadas de soledad y desamor. Frente a otros textos de mayor éxito, aunque efímero, esta novela de Satué constituye un ejemplo de recreación literaria del turbio remolino de la gran ciudad contando en su cometido con recursos técnicos y estilísticos que convierten su testimonio en literatura. Y en esta misma tentativa se empeña la última novela del autor madrileño, El caso Timmerman, si bien con evidentes novedades en los procedimientos empleados para recrear unas situaciones que también son propias de la novela urbana.
El caso Timmerman representa un paso adelante en la búsqueda de nuevas vías de representación narrativa de una realidad compleja enturbiada por oscuros negocios, sexo, drogas, crímenes y venganzas. Aquí se trata de la investigación relacionada con la muerte de unas jóvenes atractivas y ricas herederas en cuyo destino se han cruzado influyentes financieros y misteriosos hombres de negocios, además de un psicólogo implicado en aquellos amoríos. Este personaje, David Puig, es el principal hilo conductor del relato, por su relación con los personajes más relevantes de esta historia y su forzosa huida de aquel turbulento pasado en donde aparecen también soldados mercenarios que escriben relatos breves, policías destinados en el País Vasco, periodistas, actrices y prostitutas. Las sesiones de psicoterapia de Jana Timmerman con David Puig contribuyen a anudar un discurso disperso y fragmentario. El texto se va completando como un complejo mosaico cuyas teselas no se han ordenado. Pues, con una simple división en dos partes, los capítulos, breves y sin numerar, ofrecen sucesivamente las voces de los personajes que llegan hasta nosotros sin apenas intervención del narrador externo. Los nombres de estos personajes monologantes o en rápidos diálogos se hacen constar en el epígrafe de cada capítulo. Lo cual supone una valiosa ayuda para el lector en su progresivo discernimiento de la historia narrada de forma coral en un discurso fragmentado y relativamente caótico. Por eso, para ayudar a componerlo se da al principio una lista con los "Dramatis Personae" y sus respectivas características fundamentales en la novela.
Con todo ello se ofrecen los datos básicos de un caso criminal con derivaciones en el tráfico de armas. Se anticipan los agentes del relato y, en vez de dar la relación novelada de lo ocurrido, el discurso se constituye como la suma coral de voces que van desgranando fragmentos de la historia y que podrían dar lugar a su posterior ordenamiento biográfico. De ahí el subtítulo de la obra: "El instinto de biógrafo". Pero la novela se ha quedado en el texto coral, con sus voces y sus fragmentos, construido como metáfora de un mundo disgregado, de imposible armonización en este alucinado fin de siglo. Con ello Satué propone una lectura creadora de una novela que en la confusión de voces de su discurso fragmentado representa textualmente el extravío del ser humano en el desquiciamiento de la sociedad actual. Semejante esfuerzo constructivo merece una positiva recepción crítica y el reconocimiento de quienes apuestan por una literatura de propuestas renovadoras, audaces, lejos del consumo fácil.