Novela

Esplendor de Portugal

António Lobo Antunes

11 julio, 1999 02:00

Traducción de Marío Merlino. Siruela. Madrid, 1999. 424 páginas, 3.200 pesetas

Esta excelente novela marca la culminación de la trayectoria narrativa de Lobo Antunes y justifica por sí sola toda una vida de entrega a la literatura y garantiza a su autor un lugar de privilegio en la literatura del siglo XX

A ntónio Lobo Antunes, novelista portugués nacido en 1942, psiquiatra de profesión, que abandonó hace varios años para dedicarse en exclusiva a la literatura, alcanzó su consagración literaria con una trilogía centrada en el tema de la muerte y constituida por Tratado de las pasiones, El orden natural de las cosas y La muerte de Carlos Gardel. Las tres novelas están publicadas en castellano por Siruela, que también ha editado las dos siguientes, Manual de inquisidores y Esplendor de Portugal, aparecida esta última en portugués en 1997 y editada ahora en castellano gracias a la esmerada traducción de Mario Merlino.
Esplendor de Portugal es una excelente novela que marca la culminación de la trayectoria narrativa de Lobo Antunes, justifica por sí sola toda una vida de entrega a la literatura y garantiza a su autor un lugar de privilegio en la literatura universal del siglo XX. Porque este texto de cuatrocientas páginas de extraordinaria riqueza y densidad reúne cuanto debe contener una obra de arte con aspiración de permanencia y se acerca mucho a lo que puede entenderse por una obra maestra. No hay exageración ninguna en estas consideraciones que también dan sentido a una lectura apasionada que pretende convertirse en crítica con el exigible rigor y análisis desapasionado. Nuestra novela destaca en su título una expresión del himno de Portugal. Es su máxima ironía, que alcanza el más alto grado de sarcasmo. Porque "el esplendor de Portugal" se degrada aquí en una compleja relación de soledades, engaños, desamores, fracasos, frustraciones, ruina y muerte, donde todos son derrotados por las simulaciones de la historia que ha desgarrado sus vidas.
La novela tiene varios planos en su composición y significado. En su nivel más superficial se trata de la degeneración de una familia portuguesa en Angola a lo largo de tres generaciones, desde los abuelos que cimentaron la riqueza familiar en áfrica como colonos en sus plantaciones explotadas con el trabajo de los nativos hasta los tres nietos que son otros tantos exponentes de dicha decadencia por sus respectivas condiciones de mestizo, epiléptico y prostituta.
Su madre, viuda de marido alcohólico, los envió a Lisboa en 1977 para alejarlos de la guerra civil angoleña. En el modesto apartamento lisboeta permanecieron tres años juntos, hasta que el mayor, el hermanastro mestizo, los echó de casa. Han pasado quince años desde entonces, sin que hayan vuelto a verse.
Estamos en 1995, en el día 24 de diciembre, en que Carlos ha invitado a sus hermanos Clarisse y Rui a la cena de Nochebuena (adviértase de nuevo aquí la ironía). Carlos espera y recuerda; sus hermanos, también, aunque no irán a la cena; y en contrapunto con ellos, su madre rememora, a su vez, desde Angola la aventura familiar de todos.
En exacta correspondencia con esta situación, la novela se divide en tres partes, cada una de las cuales está compuesta por los monólogos alternantes de un hijo y de la madre. Ellos hablan desde el presente narrativo situado en la tarde del 24 de diciembre de 1995: Carlos (primera parte), durante la espera de sus hermanos y desde su condición humillada y rencorosa de un mestizo en una familia de blancos; Rui (segunda parte), desde su reclusión en un sanatorio para enfermos desahuciados por sus familiares; y Clarisse (tercera parte), desde su apartamento en Estoril, donde recibe a su amante de turno. Cada uno ofrece su visión perfectamente diferenciada y complementaria de la de los demás. Y en sistemática alternancia y contrapunto con estas tres voces se ofrece la visión de la madre, fragmentada en sucesivos momentos temporales desde 1978 hasta confluir, por separado, en la misma Nochebuena de 1995. Ella permaneció en Angola, sola y resignada a la desposesión y ruina de su hacienda. Su voz se mantiene en las tres partes, como depositaria del pasado y presente continuo de soledad y degradación progresiva.
La perfecta combinación de los cuatro monólogos atestigua la maestría del autor en la construcción narrativa desde una omnisciencia múltiple y selectiva que ha acertado plenamente en la individualización de cada personaje monologante, en la sabia disposición de motivos, episodios e ideas recurrentes en cada monólogo y en el logro de un texto coral, poemático, polifónico, insuflado de aliento poético no reñido con la crueldad del relato, dotado de una tensión estilística que se intensifica hasta la obsesión y el delirio en un ritmo envolvente, como de salmodia, que va y viene tras las huellas de un mundo perdido.
La complejidad y riqueza semántica de la novela de Lobo Antunes trasciende con mucho la historia de una decadencia familiar con sus sentimientos disfrazados para constituirse en un testimonio cruel de la colonización portuguesa en Angola, con sus terribles injusticias sociales y sus secuelas de explotación y esclavitud de los indígenas, el racismo extremado y la despiadada cadena de traiciones y engaños que condena a aquella tierra y a sus gentes a ser objeto de codicia para sucesivos explotadores sin escrúpulos y con distintos disfraces.
Finalmente, en su plano más profundo, Esplendor de Portugal rebasa los límites de la geografía y la historia de su país para convertirse en una desolada indagación sobre la condición humana, sus ambiciones y contradicciones. Pues, como recuerda la madre, por haberlo oído de su padre, "lo que habíamos ido a buscar a áfrica no era dinero ni poder, sino negros sin dinero y sin poder alguno que nos diesen la ilusión del dinero y del poder". Palabras que funcionan como auténtico "leitmotiv" de su monólogo en la tercera parte de esta gran novela.