Novela

Muertos de amor

Carlos Cañeque

28 noviembre, 1999 01:00

Destino. Barcelona, 1999. 278 páginas, 2.400 pesetas

Carlos Cañeque (Barcelona, 1957), autor de un libro de Conversaciones sobre Borges (1995), que dio motivo a su primera novela, Quién, ganadora del Premio Nadal 1997, sorprende ahora con la segunda, Muertos de amor, conscientemente planteada sobre esquemas del género menor de la novela rosa y el melodrama concebido con técnicas de parodia y enfoque humorístico. La obra desarrolla una historia de pasión, amor y celos protagonizada por los tres agentes de un clásico triángulo. Sus vértices son aquí un camarero de lujo, ángel Peláez, que ha perdido su empleo y un brazo a causa de un accidente de automóvil; su mujer, Reme, que se gana la vida haciendo la limpieza en casas ajenas; y un catedrático universitario de filosofía, Gabriel Cavestany, que colecciona sus conquistas amorosas entre las fotografías de un álbum ya muy poblado. Estos tres elementos del triángulo completan una trama novelesca de adulterio, celos y repentina pasión desarrollada en forma de novela rosa y melodrama que desembocan en el consabido trágico final de arrebato y muerte. Las relaciones entre estos tres personajes principales se anudan con mayor intensidad por medio de otras dependencias favorecidas por la singular configuración de sus caracteres y ocupaciones: el marido suma a su manquedad y baja autoestima unos celos que le hacen imaginar a su joven y hermosa mujer en brazos de otros; y el filósofo seductor prepara un ensayo sobre la celotipia en el que Reme, lectora de novelas rosa, encuentra el modelo de su marido.

Pero estos materiales de melodrama y literatura rosa reciben un tratamiento paródico y humorístico que da lugar a una novela divertida y ácidamente crítica de ciertos usos y costumbres de la sociedad actual. Se parodia el lenguaje de lánguidas cursilerías y tópicos amorosos de la novela rosa, pero también el estilo y los modos del negocio de la venta directa con sus concursos y premios que embaucan a tantos incautos. La parodia y el humor de raíz caricaturesca alcanzan también al lenguaje académico del mundo universitario -poniendo al aire, de paso, sus componendas y corrupciones- y a la jerga pseudocientífica de los psiquiatras y parapsicólogos, llegando a la humorística denominación de "cocólogo" (pág. 26). Y la caricatura se transforma en deformación esperpéntica en la delirante confusión de manía futbolera y hábitos prostibularios de un tendero nacionalista que acude cada domingo a desahogar sus extravagancias con una joven prostituta que había sido novia del marido manco y cornudo.

La novela está construida por medio de la narración alternante en la que, tras una introducción resumidora del accidente y la elipsis de un año, se relatan los cuatro días en que transcurre la historia por un narrador omnisciente que adopta en su voz la visión de los personajes principales y que alterna con la narración en primera persona del manco celoso en sus consultas psiquiátricas y con algunos textos del ensayo del filósofo sobre los celos. Se integran así ingredientes diversos de una variopinta realidad que enlaza una historia pasional de amor y celos con un ensayo sobre la celotipia y el éxito popular de la novela rosa, su lectura ingenua y su parodia, Esto propicia una diversidad estilística que, sin abandonar la claridad, constituye lo mejor de la novela, junto con su ácida visión humorística de ciertos sectores de la sociedad barcelonesa actual. Sus deficiencias más acusadas están en la excesiva dispersión (en la primera mitad) y algún cambio brusco de tema, en la superficialidad y la concesión a frecuentes convencionalismos y tópicos o en la ocasional incorrección sintáctica en el régimen preposicional de algunos verbos ("discrepa con" (pág, 23) en vez de "discrepa de"). Pero no son éstos reparos importantes. Y menos en una novela que se acomoda a los límites de un género menor, de cuya penetración social hace una humorística revisión crítica y al que parodia en sus conflictos melodramáticos, en sus tensiones lacrimógenas alimentadas de mentiras edulcoradas y en su engañosa idealización de las diferencias sociales