Novela

Las horas

Michael Cunningham

12 diciembre, 1999 01:00

Trad. de Jaime Zulaika. Muchnik. Barcelona. 212 págs., 1.950 ptas.

Michael Cunningham es autor de tan solo tres novelas y es el flamante premio Pulitzer de 1999. Para quien no conozca ninguna de las novelas de Cunningham tal vez resulte sorprendente la concesión del premio a un autor de tan corta trayectoria, pero no será el caso para los lectores de Una casa en el fin del mundo (1990) y De carne y hueso (1995). Hace años, en la reseña de Una casa en el fin del mundo expresaba mi satisfacción con la obra de este autor novel y le aventuraba un puesto importante en el panorama literario norteamericano; De carne y hueso revalidaba las esperanzas expresadas y esta Las horas incluso supera a las anteriores.

En Las horas nos encontramos con tres mujeres que viven en tiempos y lugares diferentes. Cada una tiene su propio espacio en la novela con los capítulos correspondientes, pero éstos se intercalan de manera que se recrea la ilusión de que sus propias vidas participan y son parte de una experiencia común. La primera que conocemos es a Virginia Woolf, sí, la Virginia Woolf de Mrs. Dalloway, cuando un día de junio de 1923 comienza a escribir su novela y recibe la visita de su hermana Vanessa. La segunda protagonista es la Sra. Brown, Laura Brown, en Los ángeles de 1949, mientras prepara la fiesta de cumpleaños de su esposo y que va a leer la novela Mrs. Dalloway. Por último Clarissa Vaughan, del Nueva York de los 90, que prepara una fiesta para su amigo Richard Brown, afectado por el SIDA, al haber recibido un premio de poesía. En otros tiempos esta pareja mantuvo una relación; era cuando Richard llamaba a Clarissa "Mrs. Dalloway". El lector conocerá los acontecimientos de un día en la vida de cada uno de los personajes, tiempo suficiente para desvelarnos las ilusiones y miedos de estas tres heroínas.

Este brevísimo recorrido argumental bien puede inducir a pensar que nos encontramos ante una novela con una añadida dificultad de lectura; en absoluto. Aunque intercaladas, las tres historias se desarrollan de forma lineal sin intervenir la una en la otra. Tan sólo sutiles e imaginativas pinceladas, como cuando dejamos a Virginia escribiendo la primera línea de su novela y a continuación encontramos a Laura leyendo esa misma línea.
El primer título que Virginia Woolf tenía pensado para su novela era precisamente Las horas y recordarán los lectores que el argumento de Mrs. Dalloway tiene que ver con los preparativos de una fiesta. No son éstos los únicos préstamos que toma Cunningham. Clarissa compra flores para la fiesta, es bisexual, vive con su amiga Sally; Laura, que tiene un hijo y está embarazada, tendrá que escaparse durante unas horas a un motel para poder leer... Pero además de todos estos aspectos puramente formales, que sin duda alguna sirven para soldar Las horas y Mrs. Dalloway, la novela de Cunningham también recoge todo el oscurantismo, la ansiedad contenida en la de Woolf y todo ello en un ambiente de absoluta normalidad. Pese a lo expuesto, no debe pensarse que la segunda es una simple secuela de la primera pues las conexiones entre las dos obras van mucho más allá de meros aspectos formales. Lo que de verdad interesa es que para entender Las horas no es necesario haber leído previamente Mrs. Dalloway, aunque si ya la han leído gozarán de un placer añadido; y que en este último premio Pulitzer encontrarán un excelente estudio de las penalidades de la creación artística, de los límites de la sexualidad, del poder de los recuerdos y la gran maravilla que es la literatura.