Image: Escuela y prisiones de Vicentito González

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Novela

Escuela y prisiones de Vicentito González

Juan Eslava Galán

27 septiembre, 2000 02:00

Muchnik Editores. Barcelona, 2000. 222 páginas, 1.800 pesetas

A lo largo de los últimos diez o doce años, hemos asistido a la expansión de un fenómeno que aún perdura: la evocación -para muchos, el descubrimiento- de las formas y los métodos de la enseñanza practicados en la dura posguerra española, e incluso antes. Obras como El florido pensil, así como numerosas reimpresiones de manuales y de enciclopedias que sirvieron de libro único para los escolares de varias décadas, han alcanzado un inesperado éxito editorial. Escuela y prisiones de Vicentito González es la recreación narrativa de este asunto. En la raíz de tantas miradas hacia atrás hay curiosidad, caricatura, crítica acerba e incluso, en algunos casos, cierta soterrada melancolía que produce la reviviscencia de un tiempo ya pasado en el que, bueno o malo, se forjó el aprendizaje de muchos españoles. Lo que suele predominar, sin embargo, es la actitud crítica, no comprometida, por otra parte, ya que se refiere a un pasado definitivamente concluso. La enseñanza de nuestros días, en cambio, ha descendido a niveles ínfimos, pero su postrada situación no ha provocado aún el testimonio literario congruente, de tal modo que la única literatura disponible está constituida por las consignas oficiales: estamos en el mejor de los mundos posibles.

Juan Eslava Galán ha compuesto un relato acerca de las experiencias por las que pasa el niño Vicente González en siete centros sucesivos, todos ellos privados, durante su infancia y adolescencia. Allí profesores ignorantes, o crueles, o mezquinos, que más que por enseñar parecen obsesionados por acosar con saña a los alumnos en aulas destartaladas, ofrecen un variado y abominable repertorio de casos suficiente para entenebrecer la vida de cualquier adolescente. Particularmente dura es la visión de la enseñanza en los centros religiosos, si bien nada de lo contenido en estas páginas resiste la comparación con modelos como A.M.D.G, de Pérez Ayala, Mario en el foso de los leones, de Sáinz de Robles, o El jardín de los frailes, de Azaña. Si aquello era literatura, esto es un simple entretenimiento, y acaso no haya que pedirle más. Escuela y prisiones de Vicentito González no pasa de ser un hilván de anécdotas, una acumulación de escenas que constituyen otras tantas variaciones sobre un mismo tema. No se advierte aquí una ambición estética, un deseo de trascender el puro chascarrillo. Es una simple sarta de "casos". El autor del Lazarillo de Tormes operó de un modo análogo -pero aquello, en el siglo XVI, era una genialidad- y fue capaz, además, de sugerir con sutileza la evolución del personaje. En Escuela y prisiones... no se llega a tanto; sólo pervive la reproducción externa de un modelo constructivo. Cuatro siglos y medio de literatura no parecen haber servido para mucho.

Algunos lectores creerán ver en la novela de Eslava Galán un ejemplo de literatura de humor. En realidad, lo que el autor ofrece a manos llenas es una acusada tendencia a la caricatura. Esta inclinación no es nueva, sino más bien una constante bien probada en otras obras, y se resuelve con eficacia. Aunque su aplicación general derrama sobre los personajes -casi todos muy tópicos- una especie de capa uniforme, siempre igual, sin apenas matices, que acaba por hacerlos homogéneos y dificulta su diferenciación. Don Aniceto, el viejo maestro republicano que arrastra una vida estrecha y llena de dificultades, es el único tipo con auténtica contextura humana, el único que, gracias a los aciertos de caracterización literaria que el autor ha puesto en juego con habilidad, resulta un ser vivo y no un fantoche desvaído. Los demás, incluidos los padres de Vicente, están muy someramente bosquejados. Se tiene la impresión de asistir a las piruetas de sujetos ya vistos mil veces o fácilmente previsibles. Poca cosa, en verdad, para un autor que ha demostrado en otras ocasiones más inventiva en la fabulación y mayor destreza constructiva. Escuela y prisiones de Vicentito González es un entretenimiento artificial es un entretenimiento superficial. Como retrato de una infancia y una adolescencia nunca se situará en la estela de Twain, Musil, Salinger y otros nombres inolvidables; tampoco en las más cercanas de Sánchez Mazas o Delibes, como caricatura descoyuntada y jocosa, hasta las novelas de Guillermo de Richmal Cropton resultan más demoledoras y divertidas. La única ventaja de Eslava Galán es que habla de algo nuestro, de algo cercano que muchos lectores han conocido directa o indirectamente. Y así es sencillo despertar ecos y afinidades sentimentales. Resulta legítimo hacerlo -qué duda cabe-, pero es forzoso reconocer, a fin de dejar las cosas en su sitio, que el atractivo de estas páginas será de naturaleza más emotiva que artística.

La obra está escrita con soltura y acaso con cierto apresuramiento, lo que explicaría algunos despistes, como llamar al personaje Vicente González Moreno cuando el primer apellido materno es García (pág. 7) o llamar inadvertidamente "don Lozano" (pág, 70) a don Raimundo. También el final resulta un tanto precipitado, como si de pronto el autor se hubiera visto urgido a rematar una historia que, tal como estaba planteada, ya no daba mucho más de sí.