El filósofo y otros relatos sin personajes
Estrella de Diego
24 enero, 2001 01:00Se podría afirmar que los personajes de Estrella de Diego no piensan, no razonan, sino que sólo sienten, a veces compulsivamente, hasta la aniquilación. Tal vez en ese comportamiento de los actores se justifique el enigmático título de la colección, esos "relatos sin personajes". O con personajes sin personalidad, que viene a ser lo mismo. Un problema que termina contagiando todo el libro.
Lo mejor del volumen son los argumentos: la mujer rica que acude a un casino en busca de sorpresas, y que tantos ecos tiene de Stephan Zweig; la casada aburrida que se enamora de un mariachi el día de su aniversario de bodas, la fría psiquiatra que se deja arrastrar de la cordura a la irracionalidad en un Nueva York woodialleniano… Los cuentos de De Diego arrancan bien y están poblados por enigmáticos personajes. Ambas cosas prometen al lector un cúmulo de sorpresas que no acaban de llegar: o bien los argumentos tienen un final abrupto y descorazonador o resultan demasiado previsibles. Y ambas son manifestaciones de un mismo mal: la falta de ritmo. Hay relatos dilatados hasta el aburrimiento y los hay resueltos a empellones. Y el lector, entre esas dos cadencias, no puede hacer otra cosa que perder fuelle.
A De Diego le faltan unas pocas horas de vuelo si quiere perseverar en la ficción literaria: una buena idea no implica un buen relato. Hacen falta algunos aditamentos imprescindibles: se precisa, por ejemplo, tempo narrativo, ese pulso que hace avanzar la acción. Y también -muy importante- un lenguaje a la altura de las circunstancias. La lengua es la materia prima del escritor y conviene no descuidarla. No le hubiera venido mal a este libro una rigurosa revisión sintáctica y léxica. Sólo después de pulir todas estas aristas podrán los cuentos de De Diego guardar el secreto al que se refiere Neuman. Un secreto que el lector necesite desentrañar con urgencia: esa es la cuestión.