Image: Memorias de una joven católica

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Novela

Memorias de una joven católica

Mary Mccarthy

27 junio, 2001 02:00

Trad. A. Bosch. Lumen, 2001. 280 páginas, 2.500 pesetas

A los que conocen las novelas de McCarthy, recordemos El grupo o The oasis, no les resultará extraño el hecho de que en estos relatos autobiográficos la visión periférica y la interacción entre los diversos personajes familiares tengan tanto peso como la descripción del clima mental de la adolescente Mary McCarthy. El destino de los huérfanos McCarthy (los padres murieron en la epidemia de gripe de 1918), instalados de modo un tanto provisional en varios domicilios familiares, servirá a Mary, ya convertida en una respetada intelectual estadounidense, para auscultar los modos de vida, la incompatibilidad de costumbres y la discontinuidad social de las diferentes comunidades norteamericanas.

Los abuelos católicos McCarthy, los mezquinos tíos Myers y Margaret Shriver (dignos de un relato de Dickens), el abuelo protestante Preston y su esposa Augusta Morganstern, de origen judío, la escuela pública o el internado episcopaliano, van a suministrar a la escritora escenarios y acontecimientos de variada índole, y el marco para una visión global de la sociedad norteamericana de las décadas de los 20 y los 30.

Mary McCarthy (Seattle, 1912-Nueva York, 1989) va a relatar en Memorias de una joven católica, con frío desdoblamiento y una mirada sin sombra de rencor (los tíos Shriver con los que vivieron cinco años los pequeños McCarthy serían considerados hoy, sin ninguna duda, persistentes "acosadores psicológicos"), los vaivenes económicos y los diferentes modos de concebir la educación que conllevaba el vagabundeo de un domicilio a otro y de una escuela a otra.

Sin duda porque el alcance de sus recuerdos le parecía insuficiente, Mary McCarthy añade al final de cada capítulo una serie de anotaciones en las que matiza la veracidad o lo ficcional de ciertos episodios, contrastados con los recuerdos de algunos de sus hermanos y advirtiendo de las trampas de la propia memoria. McCarthy, que seguía la idea de su amiga Hannah Arendt de que pensar tenía que ser "pensar sin trabas", se piensa a sí misma y hace un recorrido por su pasado, desde los 6 a los 16 años, después de su graduación, al tiempo que detecta en sus motivaciones las influencias religiosas y sociales de su crónica personal. Distinguirá entre el catolicismo sencillo de su madre y los religiosos de la parroquia de Minneapolis, y el amargo e hipócrita catolicismo de los abuelos McCarthy. Pero también su formación católica, en Norteamérica, acercó a McCarthy a la idea de Europa que le fue tan querida, al verse obligada a estudiar latín y la historia católica, que era la historia europea.
Lo destacable de la escritura de MacCarthy, ni tan detestable como creía Norman Mailer, ni tan genial como declararon algunos (tal vez para congraciarse con uno de sus maridos, el temido crítico Edmund Wilson), es esa nitidez de pensamiento, esa conciencia en estado de claridad que puede mirar a su alrededor sin dejar de verse a sí misma. La presión de los demás sobre los espíritus jóvenes y una voluntad forjada en el difícil ejercicio de madurar, son elementos aquí transfigurados en material literario. No espere el lector desnudez, ni desahogos, ni revelaciones impúdicas, sino más bien una memoria que ordena y lo pasa todo por el filtro de una escritura inteligente.