Es una pandilla de adolescentes criados en una casa de huérfanos de Brooklyn despiertan a la vida de la mano de Frank Minna, un mafiosillo de poca monta que se sirve de ellos para pequeños trabajos. Estos chicos han crecido prácticamente ignorados por el mundo exterior, lo que explica la relación paternalista que el mafioso establece con ellos. La muerte violenta de Minna es el pistoletazo de salida de la novela. Lionel Essrog, el protagonista, siente la necesidad imperiosa de encontrar al responsable del crimen y averiguar las causas del mismo. Este argumento, relativamente común en las novelas negras, adquiere tintes insospechados en manos de este joven escritor. No es casualidad que esta novela haya conseguido el premio de la crítica norteamericana a la mejor del año. Méritos no le faltan. Motherless Brooklyn (Hijos de Brooklyn) es original, entretenida, está bien escrita e investiga en los misterios del alma humana con esa naturalidad americana digna de los mejores guiones de Hollywood. Leer a Lethem es asimismo pasear de su mano por Nueva York con una exactitud admirable. Contrapone la memoria histórica de Brooklyn, en calles como Court o Bergen, prácticamente inalterables con el paso de los años, con la desmemoriada Manhattan que destruye y construye a velocidad de vértigo.
Es importante mencionar el extraño síndrome denominado Tourette que sufre Lionel Essrog. Este tic, invención literaria del autor, consiste en desvaríos físicos y verbales que no puede reprimir. Cualquier situación puede provocar que Lionel dispare una retahila de palabras o sonidos sin sentido. Esta circunstancia, sin embargo, establece un nivel de lectura compulsivo e irracional que es al mismo tiempo revelador y humorístico. Hijos de Brooklyn es una novela refrescante en estos tiempos de sequía creativa que nos rodea. Esperemos que nuestras sacrosantas editoriales se hayan molestado en leerla.