Si en serio les interesa...
Cincuenta años de la publicación de "El guardián entre el centeno"
25 julio, 2001 02:00Cuando apareció, hace cincuenta años, el "Times Literary Suplement" dijo de El guardián entre el centeno de Salinger que era un incesante flujo de blasfemias y obscenidades. El crítico de la revista "Punch" opinaba que se trataba de un libro sensiblero, aunque se excusaba diciendo que era posible que su opinión no fuese más que la reacción de un europeo corrupto, que prefiere una superficie tersa cubriendo la dureza de los contenidos.
En los Estados Unidos el libro tuvo mejor acogida: "Harper’s" la ensalzó, el "Enquirer" apostaba que aquella temporada no depararía un libro más sabroso, "Time" aseguraba que lo mejor de la novela era el novelista, y el "New York Times" decía que era de una brillantez insólita. Sólo el "Herald Tribune" se quejaba del lenguaje ofensivo, y el biógrafo de Freud, Ernest Jones, escribía en "The Nation" que Salinger se había limitado a registrar lo que todo adolescente ha sentido y que por eso la novela era predecible y aburrida. Como se ve, opiniones para todos los gustos que copio del libro En Busca de Salinger de Ian Hamilton. Lo que nadie previó es que aquella novela iba a convertirse en uno de los hitos esenciales de la narrativa del siglo XX.
"Son las aventuras de un muchacho que ha sido expulsado del Instituto durante unas Navidades en Nueva York", le dijo Salinger al editor que le había propuesto recopilar sus narraciones en un volumen, refiriéndose a la novela que estaba escribiendo y que prefería publicar antes que los relatos. Una definición poco prometedora. Porque The Catcher in the Rye es de esos libros que no nos atrapan por lo que nos cuentan, que no deja de ser poca cosa, sino por la voz que se encarga de erguir la narración, por el mundo que es capaz de formular esa voz. Es posible en ese sentido que la apreciación de E. Jones según la cual todo lo que piensa y dice Holden Cauldfield es lo que han pensado los adolescentes de todas las épocas no pueda ser tomado como un reparo serio sino como la definición exacta del lugar donde radica la fuerza de la novela. El adolescente descarado, desencantado, que no deja de ser un personaje lleno de ternura precisamente por el mucho mundo que cree tener corrido, el muchacho que habla en la novela lo deja claro desde la primera, legendaria frase: "Si en serio les interesa lo que les voy a contar, querrán saber antes de nada dónde nací, cómo fue todo ese rollazo de mi infancia, a qué se dedicaban mis padres antes de que yo naciera y demás tonterías tipo David Copperfield, pero no me apetece contar nada de eso. En primer lugar porque es una lata, y en segundo lugar porque si yo empezara a contar aquí todas esas cosas sobre su vida privada, a mis padres les iba a dar un ataque".
En cuanto a las aventuras que corre Holden, tampoco son especialmente memorables a priori: lo echan de Pencey -pero lo habían expulsado antes de otro colegio y él se había ido de otro porque estaba lleno de hipócritas-, tiene una conversación con un profesor que quiere lo mejor para él, se monta en el tren hacia Nueva York, coincide allí con la madre de un alumno de Pencey, toma un taxi, va a un hotel -el Edmont- donde le dan una habitación inmunda, decide salir de juerga, al volver le proponen sexo hasta el mediodía por pocos dólares, la cosa sale bastante mal, al día siguiente se acuerda de una tal Sally y la llama y quedan para ir al cine...y así se van encadenando los hechos que constituyen la novela, ninguno de ellos especialmente llamativo, si no fuera porque Holden es sólo un muchacho que enfrenta todas sus estupendas teorías y sus tajantes opiniones a la realidad poco poética de la gran ciudad. El Guardián..., con ser una espléndida sátira y una divertidísima narración, es uno de esos libros que consiguen que se te hiele la sonrisa, y desde luego tiene momentos de una ternura y una poesía milagrosas, nada sensibleras ni cursi, como el encuentro entre Holden y su hermana Phoebe, uno de los capítulos más hermosos del libro.
El adolescente de Salinger se ganó enseguida las simpatías de muchos jóvenes norteamericanos, si bien el libro no pasaría de ser uno de esos títulos de culto que circulan entre sectores cerrados de población, hasta que años después de publicado se convierte en una especie de emblema generacional, y se alza a Holden a la categoría de símbolo. La aparente rebeldía de los años 60 contribuyó al énfasis con que empezaría a leerse el libro de Salinger, que dejaba el cajón de las novelas documentales más o menos atinadas para alcanzar el rango de libro imprescindible. Por fortuna, no se impuso como lectura obligatoria en los Institutos hasta hace muy poco, y no deja de ser paradójico que se lea bajo la vigilancia de los profesores un libro donde se pone a caldo todo método educativo.
¿Qué sabemos de Holden? Pues que es muy suyo, que no soporta el cine, que de las cosas que cuenta prefiere con mucho aquellas que le permiten desviarse de la mera narración para intervenir con comentarios o anécdotas laterales, que adora Lejos de Africa de Isak Dinesen, que no soporta a los creídos, que se vuelve loco por las muchachas. Por supuesto que los investigadores de Salinger han pretendido encontrar en las señas de identidad de Holden las del propio Salinger, obteniendo exquisitos éxitos (eso de que a Salinger se le den bien las muchachitas menores de edad daba mucho juego, naturalmente) que nada importan para disfrutar de esta novela.
The Catcher... es, esencialmente, una novela acerca de lo solos que estamos, de lo solos que están sobre todo los adolescentes, pero ¿quién no sigue siendo un adolescente convencido de que la madurez es la muerte de la pureza que nos empuja a ser curiosos y a buscar? Supongo que sí, que hay mucha gente que a esta pregunta habrá contestado: Yo, desde luego. Me parece muy bien, pero si algo grande hay en la novela de Salinger es que es muy difícil no ser ese adolescente perdido en Nueva York que sin saber muy bien lo que quiere trata de desenvolverse como si se supiera su futuro de memoria, como si nada le importase porque nunca pasa nada que importa y cuando pasa ya ha perdido la importancia. Como los grandes poetas que consiguen hacernos sentir que los grandes poetas somos quienes les leemos, y nombrar sensaciones nuestras para las que no habíamos encontrado las palabras precisas, Salinger consigue eso: nos convierte en muchachos perdidos en la selva del mundo, muchachos que al final sólo tienen clara una cosa: es mejor no contar nada a nadie, porque en el momento en que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo.
El enigma Salinger
J. D. Salinger (Nueva York, 1919) es la gran leyenda de la literatura norteamericana de este siglo. Con sólo cuatro libros, su celebridad se debe a partes iguales a los títulos de su novela y sus libros de relatos y al hecho de que un buen día decidiera abandonar la escena, no conceder entrevistas, refugiarse en una casa y perseguir a todo aquel que pretendiese biografiarlo. Siempre prefirió no rodearse de demasiada alharaca: exigía a los editores que no enviaran ejemplares de sus libros a los críticos, que en sus cubiertas sólo figurara su nombre y el título de la obra, nada de viñetas, nada de fajas promocionales, nada de contraportadas asegurando que era el mejor escritor de su generación.
Aunque su prehistoria literaria está llena de relatos publicados en diversas revistas, Salinger empieza a sentirse escritor cuando "The New Yorker" lo acepta como colaborador. Pronto se convierte en uno de los nombres más prestigiosos de la revista gracias a piezas memorables como Un día perfecto para el pez plátano o Para Esmé, con amor y sordidez.. Tan claro tenía, sin embargo, cuáles debían ser los pasos para convertirse en una celebridad, que cuando la poderosa editorial Simon and Schuster le propone en el año 45 recopilar sus mejores cuentos, él dice que prefiere esperar. Esos cuentos que Salinger nunca recogió, formarían parte luego de dos delgados volúmenes que una editorial pirata editó en los años 70. Entre ellos está El corazón de una historia quebrada (que Javier Marías tradujo y la revista Poesía publicó en su número 29): es uno de los mejores cuentos de Salinger, o sea, uno de los más hermosos relatos del siglo XX. Sus obras son: El guardián entre el centeno, Nueve Cuentos, Frany y Zooey y Levantad Carpinteros la viga del tejado/Seymour: una introducción. Creo no exagerar más de lo debido si aseguro que todos ellos son deliciosos, y que en el segundo de los libros mencionados hay tres o cuatro obras maestras imprescindibles, y que Zooey es una narración inolvidable e hipnótica.
Salinger ha sido, por supuesto, muy imitado, pero es de esos escritores a los que resulta imposible imitar sin fracasar ruidosamente y quedarse en la banalidad de copiar tics. Los muchos hijos literarios de Salinger, más que matar al padre, a lo máximo que han llegado es a suicidarse. Según las últimas noticias, Salinger sigue escribiendo, amontonando folios y más folios: nadie sabe sobre qué, nadie sabe para quién.