Novela

Siempre es medianoche

HANIF KUREISHI.

3 octubre, 2001 02:00

TRADUCCIÓN DE MAURICIO BACH. ANAGRAMA. BARCELONA, 2001. 218 PÁGINAS, 2.900 PESETAS

Durante mucho tiempo se ha considerado al cuento como un género menor. Sin embargo, la perfección formal de autores tan diferentes como Borges o Faulkner invalida este juicio. Frente a la dispersión y torrencialidad de la novela, el cuento sólo tolera la palabra exacta y la precisión de una trama bien estructurada. Kureishi reúne aquí diez narraciones que prolongan el retrato iniciado en su anterior libro, Amor en tiempos tristes. La resaca de los 60 todavía perdura en unos cuarentones que no logran estabilizar sus vidas. Los que sobrevivieron a aquellos años de excesos, viven con amargura la frustración de todas sus expectativas: vocaciones artísticas que no prosperaron, idilios con el alcohol y las drogas que mataron la lucidez y el deseo.

El estilo de Kureishi evidencia su experiencia como guionista (Mi hermosa lavandería, Sammy y Rosie se lo montan) y director de cine (Londres me mata). El predominio de la frase corta y el encadenamiento de secuencias que muestran a los personajes desde fuera, se conjuntan con eficacia, armando historias de notable complejidad donde se explora la peripecia de una generación. Si lo que caracteriza a la literatura moderna es la desaparición del narrador en beneficio de los hechos, Kureishi roza la maestría en relatos como Desconocidos cuando nos encontramos o Chica. Sin embargo, fracasa cuando irrumpe en la narración como una voz que medita sobre la conducta de sus personajes, incurriendo en tópicos disfrazados de confidencias. A pesar de este recurso, se impone una atmósfera que lo impregna todo, comunicando los relatos hasta componer una crónica del desengaño. La generación que adoró a Hendrix, cultivando la trasgresión y fantaseando con la muerte, sólo espera del mañana "algo que anhelar, aunque sea poca cosa". Esa hambre de experiencias al final se reveló como otro de los mitos inútiles del siglo XX.