La edad de oro
Gore Vidal
20 marzo, 2002 01:00Gore Vidal
"¿Qué era un pueblo libre?, se preguntó Peter. ¿Acaso Estados Unidos se había visto siempre libre de una clase gobernante que a menudo actuaba contra el principio de la mayoría, que se suponía que era la fuente de toda legitimidad política?".El interrogante que se plantea Peter Sanford, uno de los dos protagonistas de la última novela de Gore Vidal, es en buena medida el mismo que subyace en las seis obras anteriores, de temática histórica, escritas por el influyente autor. La que ahora nos ocupa, La edad de oro, abarca el período comprendido entre 1939 y 1954 (aunque el último capítulo acontece en Italia en el 2000 con el propio Vidal como protagonista). La obra se inicia con los Estados Unidos debatiéndose sobre su posible entrada en la contienda mundial y finaliza con la guerra de Corea tras haber sufrido los avatares del Macarthismo. Los protagonistas son Caroline Sanford y su sobrino Peter. Caroline, antigua estre- lla de Hollywood y actual editora del Washington Tribune, de ideología demócrata, es íntima amiga del presidente Roosevelt.
El presidente quiere involucrarse activamente en la II Guerra Mundial, pero necesita un motivo; el ataque japonés a Pearl Harbor es la "excusa" que andaba buscando: "Era evidente que en esos momentos el mundo entero estaba involucrando a Estados Unidos en sus asuntos y no al revés..." (pág. 25). Aunque, según la teoría lúcida y convincentemente desarrollada por el propio Gore Vidal, fue el propio Roosevelt el inductor de la reacción japonesa, lo que le facultaba para continuar como inquilino de la Casa Blanca un atípico tercer mandato.
En la segunda parte, si es que se puede establecer tal división, es Peter quien asume el protagonismo. El presidente es Truman y los Estados Unidos se han convertido en el indiscutible líder mundial. En ese momento quien cuestionara los valores americanos, como el propio Peter, editor del "izquierdista" La Idea Americana corría un serio peligro. Si la "primera parte" resultaba interesante desde el punto de vista histórico, esta segunda lo es desde una perspectiva más literaria, pues asistimos a la evolución personal e ideológica de Peter.
Esta séptima entrega guarda claras conexiones con las anteriores. El período escogido es prácticamente el mismo que en Washington D.C., las maquinaciones políticas recuerdan a La Institución Smithsoniana, la intriga a Imperio, el análisis histórico a Lincoln, incluso el propio personaje de Caroline es susceptible de aparecer en Hollywood... pero ahora es posible encontrar una mayor profundidad conceptual en torno a la particular y singular aproximación historiográfica de Gore Vidal. El breve "Epílogo" desvela en la clave interpretativa: "Para quienes erróneamente ven la historia como un testimonio verídico y la novela como una invención (a veces puede ser al revés)..." (pág. 475).
El autor -de quien dice uno de los personajes "... debe estar acostumbrado a los ataques... ha difamado a la gran república describiéndola como una tierra de perversidad sexual" (pág. 363)- mezcla personajes históricos e imaginarios con una habilidad tal que las fronteras entre realidad y ficción se difuminan. Deja que sean los propios personajes quienes se expresen, todo se desarrolla mediante diálogos y apenas si hay narración, lo que confiere una frescura y agilidad -pese a algunos pasajes tediosos- propia de un escritor de estilo depurado, imaginación prodigiosa, y creatividad desbordante. Escribe Vidal de sí mismo: "A menudo me asombro de lo bien planificadas que están las coincidencias en mi vida." (pág. 462). Esta La edad de oro, lejos de ser una coincidencia, está magníficamente planificada.