Image: Furia

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Novela

Furia

Salman Rushdie

22 mayo, 2002 02:00

Salman Rushdie. Foto: Archivo

Traducción de Miguel Sáenz. Plaza & Janés, 2002. 336 páginas, 20’50 euros

"La vida es furia, pensó él. La furia -sexual, edípica, política, mágica, brutal- nos empuja a nuestras alturas más nobles y a nuestras profundidades más bajas. De la furia viene la creación, la inspiración, la originalidad, la pasión, pero también la violencia, el dolor, la pura destrucción sin miedo, el dar y recibir golpes de los que nunca nos recuperamos".

Esta meditación pertenece a Malik Solanka, protagonista de la última novela de Salman Rushdie, Furia. Y aunque tanto el título como este pasaje de la novela pudieran resultar alegóricos de la situación personal del autor, no existe conexión alguna.

Con todo, Malik Solanka es un personaje rushdiniano cien por cien. Tiene cincuenta y cinco años, nació en Bombay, se educó en Cambridge y ahora vive en Nueva York. Hasta ahí resulta ser un personaje prototípico, pero conforme conocemos ciertas peculiaridades de su vida se trasmuta en un ser unas veces dantesco, otras cómico y las más surrealista. Poca variación, como vemos, respecto a otros héroes creados por Salman Rushdie; la novedad, una de ellas, la encontraremos en el emplazamiento, Manhattan.

Allí llegó Malik como en una huida. Sin saber cómo, se vio una noche delante de la cama de su segunda esposa y su hijo de tres años con un cuchillo en la mano a punto de matarlos, pero "el que no hubiera hundido el cuchillo en corazones que dormían no lo hacía a él inocente" (pág. 107). Por eso los abandonó sin decir nada, sin despedirse, y emigró a los Estados Unidos en una suerte de ejercicio catártico con la intención de convertirse en una nueva persona, en alguien distinto a lo que ha sido hasta ahora. Y para muchos había sido el creador e inventor de "Cerebrito", una muñeca cuya popularidad televisiva la había convertido en una especie de icono y en última instancia en un producto más de consumo. Fue tal su popularidad que Malik abandonó su trabajo en Cambridge para dedicarse por completo a la explotación de la muñeca. Sin embargo, llega un momento en que nada le satisface, los primeros programas llegan a vulgarizarse hasta el infinito y lo más llamativo es que "cuanto más bajaba el nivel de humor, mayores eran los índices de audiencia" (pág. 127).

Pero en América las cosas no son tan distintas de Inglaterra. El poderío económico yanki, a comienzos del siglo XXI, tan sólo ha logrado potenciar la estupidez humana. Las apariencias lo son todo; la vida personal, las vivencias y valores íntimos se han desvanecido. La moda, las noticias que bombardean sin cesar, las ridículas luchas políticas desnaturalizan progresiva e irremediablemente a la persona. Es la época de "los reyes marioneta". Lo importante es cómo nos ven los demás: "Pero ahora mujeres de carne y hueso querían ser como muñecas, cruzar la divisoria y parecer juguetes. Ahora la muñeca era el original y la mujer la representación" (pág. 100). Como era lógico, Malik no puede escapar a los encantos femeninos y se embarcará en una nueva historia de amor con Neela, entremezclada con truculentas muertes y asesinatos.

Rushdie es uno de los autores satíricos más importantes de nuestra época. Por desgracia, algunos no quisieron verlo, con el resultado de todos conocido. Y no indignación, pero si un ejercicio de autoexamen (bien es cierto que más a los americanos que a los españoles), es lo que nos incita a realizar esta novela. Ya desde el primer párrafo la ácida crítica social que iremos encontrando a lo largo de las tres partes en que se divide la obra queda suficientemente explícita. La sofistificación de la sociedad que ofrece "aceite de oliva de edición limitada... servicios de compañía que ofrecían contorsionistas y mellizas... " (pág. 11) conduce al nihilismo espiritual.

Sin embargo en esta obra Rushdie no logra la profundidad de otras novelas (desde luego no la de Hijos de la medianoche). En algunos casos la trama parece escapársele entre los dedos, tal vez porque la historia de Malik Solanka tiene algún que otro cabo suelto o quizá por abordar los temas de forma tan directa, sin apenas sutileza: "La rabia nacía de la desesperación, pero Neela era la esperanza colmada" (pág. 264).