Image: El vuelo del Hipogrifo

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Novela

El vuelo del Hipogrifo

Elia Barceló

22 mayo, 2002 02:00

Elia Barceló. Foto: Archivo

Lengua de Trapo. Madrid, 2002. 443 págs, 19’50 euros

Dentro de un tiempo, cuando se haga la crónica de la narrativa española a caballo del siglo pasado y del presente, habrá que hablar del "revertismo". Llamo así a una corriente inspirada en los libros de Pérez Reverte que conjuga gusto por narrar, aventuras, dosis de cultura y preguntas trascendentes. En ese molde abierto puede encajarse El vuelo del Hipogrifo, llena de abundantes y sorprendentes peripecias, y no falta de originalidad. Elia Barceló hace una de esas obras mestizas tan del gusto de hoy, donde mezcla intriga policiaca, novela de caballeros andantes, anécdotas de terror...

Estas formas se nutren de numerosos materiales: asesinatos, desapariciones, esoterismo... Con frecuencia se hallan digresiones culturales. Y la cuestión central: la existencia de una realidad distinta de la conocida, pero tan real como ésta. Algunas personas escogidas tienen la capacidad de abrir las puertas que comunican ambas y alrededor de ese eje se desenvuelve el argumento.

La línea principal de la novela consiste en una complicada trama criminal en la que se ve envuelta una estudiosa que trabaja en el legado de un filólogo experto en Ariosto y cabecilla de una sociedad secreta. En esa línea se hace un buen hueco a un viaje a otra dimensión donde la chica monta en el hipogrifo (un ser mitológico, mezcla de grifo y de caballo) del título.

Antes que nada, hay que ponderar la ambición de Barceló. También su desparpajo para moverse con soltura entre tantos modelos reconocibles, sin caer en el calco ni en la caricatura. Esas virtudes se acompañan de un instinto narrativo que dota de interés y amenidad a lo que cuenta. Al menos durante un buen trecho del libro: hasta que una serie de graves limitaciones estropean una novela muy prometedora. El primer elemento negativo es, paradójicamente, la abundancia de materia narrativa. Estamos ante una novela desmesurada. Parece como si la autora, enamorada de sus invenciones, las acumulara sin tener en cuenta su efecto. Esta prolijidad produce consecuencias negativas. El vuelo del Hipogrifo tiene un buen arranque pero, mediada la obra, empieza a fatigar y al final resulta pesada. Hay algo de virtuosismo en la morosa complacencia de la autora. Ese alarde revela buenas facultades y una potencia fabuladora no frecuente, pero todo ello está falto de un control más severo.