Image: Expiación

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Novela

Expiación

Ian McEwan

17 octubre, 2002 02:00

Ian McEwan

Traducción de Jaime Zulaika. Anagrama. Barcelona, 2002. 435 páginas, 19’50 euros

En 1998 el panorama literario anglosajón se vio sacudido con la publicación de una novela, Amsterdam, premiada con el Booker Prize ese año, que supuso la consagración definitiva de Ian McEwan, miembro de los "Young British Novelists". Tal "consagración" me parece arbitraria por la infravaloración que supone para obras como The Child in Time (1987) o Black Dogs (1992).

Sin embargo, si se trata de destacar una obra del corpus narrativo de McEwan, no dudaría en seleccionar esta última, Expiación: todos sus argumentos son envolventes, pero este nos atrapa; el soberbio diseño de sus personajes alcanza ahora una profundidad y complejidad psicológica difícilmente superable; y pudiera continuar en términos similares en cuanto a la estructura, el lenguaje, planteamiento de situaciones, dominio del tempo... etc.

La acción comienza en el caluroso verano de 1935. Acaban de comenzar las vacaciones y la fantasiosa Briony Tallis prepara la puesta en escena de una obrita de teatro, "Las tribulaciones de Arabella", que ha escrito para dar la bienvenida a su idolatrado hermano Leon que llegaba con un amigo tan rico como desagradable. También están en la casa los primos de Briony, que supuestamente representarán su obra, su hermana Cecilia, quien acaba de regresar de Cambridge, su madre Emily, continuamente aquejada de migrañas, y Robbie Turner, el hijo de la señora de la limpieza, sin padre conocido, a quien el señor Tallis, normalmente ausente, paga los estudios. Robbie es un alumno aventajado, sin duda será un gran médico y podrá casarse con Cecilia, por quien siente un amor tan profundo como secreto que es correspondido. Un incidente causado por la rotura de un jarrón ocurre en la fuente del jardín de los Tallis que es observado accidentalmente por Briony: su hermana se "baña" en ropa interior en la fuente mientras Robbie la contempla atentamente. Esa misma noche Lola, la quinceañera prima de Briony es atacada por un desconocido y Briony no duda en señalar a Robbie como el degenerado. Robbie fue encarcelado y Cecilia se fue de casa para hacerse enfermera.

La segunda parte ocurre en 1941, y tiene a Robbie como protagonista. Ha salido de la cárcel y lucha en las playas de Dunkerke contra los alemanes. En ese tiempo los dos jóvenes "habían hecho el amor durante años: por correo" (241), "Impacientados por la vida epistolar, conscientes de las dificultades, se guardaban de ir más allá de cogerse las manos y darse un único beso en la parada del autobús" (243). La tercera parte vuelve a centrarse en el personaje de Briony. También trabaja en un hospital y recapitula sobre su actuación seis años antes, aquel "pasado inmutable" (408) cuando se consumó la tragedia de sus protagonistas. La novela termina con un apéndice fechado en 1999 que guarda una agradable sorpresa, argumental y narrativa, para el lector. En la página 55 ya se nos había "anunciado" la conclusión, pero tan sutil que pasó desapercibida.

El argumento es tremendamente sugerente; algunos pasajes, como la retirada británica de las playas de Dunkerke, atrapan con tal fuerza que incluso llegamos a olvidar el sentido de la trama. Pero tan interesante como ello es la psicología de los personajes, no sólo el de Briony, también los de Robbie y Cecilia. Se trata de genuinos round characters, que evolucionan y aprenden a adaptarse a las circunstancias, en ese lento y penoso viaje que1 es la vida. Lejos queda el naturalismo, y sin embargo no deja de acompañarnos un cierto regusto determista que nos obliga a replantearnos la dimensión de los acontecimientos más intranscendentes. Todavía queda algo más, está en el epílogo. En él encontramos de forma concluyente la ironía que pueden llegar a ser nuestras vidas, y al mismo tiempo resulta ser uno de los ejemplos más claros de cuantos conozco de la innegable dimensión catártica que tiene la literatura.