Image: El chico de la bomba

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Novela

El chico de la bomba

José María Sanz “Loquillo”

31 octubre, 2002 01:00

José María Sanz "Loquillo". Foto: Archivo

Belacqua. Barcelona, 2002. 191 páginas, 13 euros

Para muchos de los nacidos en los 60 la imagen de Loquillo, las letras de sus canciones, su estilo "rockero, cínico y mundano. Errante a la deriva. Cabreado y sobre todo profundamente desarraigado" -dice de sí mismo- supuso una importante referencia.

Y aunque ha llovido mucho desde entonces a José Mª Sanz (El Clot, Barcelona 1960) le dura su postura de hombre descreído, vertida en un punzante escepticismo, que él atribuye a tanta promesa incumplida -materializada en las palabras esperanza, reconciliación, apertura, democracia, libertad- vendida a su generación crecida en los 70 "en unos años determinantes para el futuro de un país que seguía anclado en el pasado por la guerra civil".

Le dura el orgullo de ser hijo de un carabinero republicano que participó de manera activa en la guerra civil española y sufrió las consecuencias de su militancia. Y le dura la rabia aprendida en los silencios de su infancia, en las preguntas sin respuesta, en las vivencias de su niñez y adolescencia en un barrio barcelonés (El Clot, agujero es la traducción literal al castellano) formado al abrigo de la necesidad de reiniciar la vida que impulsó, entonces, a muchos emigrantes, a muchos supervivientes, y a muchos "oportunistas". De ahí este relato, urbano, real -diríamos siguiendo el razonamiento de Cercas- porque se trata de una historia con hechos y personajes reales de aquel tiempo. De ahí y de la casualidad del reencuentro con el recuerdo en un libro de Antonio Rabinad, vecino del Clot. Un recuerdo que le arrastró hacia otros muchos y le devolvió la rabia necesaria para recuperar la memoria de su padre.

Este es su primer libro, fruto de la necesidad de reconciliarse con muchas escenas que quedaron grabadas a medias en su mirada infantil, llena de secuencias sin final. Es su versión, personal, crítica con el entorno político y social del momento, implacable con promesas que él entiende fraudulentas, entrañable con todo lo que compuso el escenario de sus primeras andanzas. No es un relato convencional. Es sencillo, ameno, diferente a otras perspectivas sobre los mismos episodios. Fiel a su imagen, a su estilo, lo que Loquillo ofrece ni aparece maquillado ni contiene edulcorantes. Contiene, eso sí, el único ingrediente que Roberto Bolaño recomendó a Javier Cercas para su libro: "Sólo memoria. Las novelas se escriben combinando recuerdos".