Desde que Rafael Reig se dio a conocer con Esa oscura gente ha reafirmado una original concepción de la novela desde un talante que combina un sentido del humor teñido de ironía, a veces corrosiva, siempre crítica. Sangre a borbotones es una delirante sorpresa, más atrevida, más controvertida que las anteriores. Con el esquema propio de una novela policíaca comienza su trama y con ella un juego que parece volcado en denunciar que nada es lo que parece y, por eso mismo, hace gala de una estrategia narrativa intencionadamente irónica y burlesca. ¿El fin?: entretener con una descabellada aventura que no oculta su tono testimonial, su pretensión de ser caricatura del orden social, irónica crítica del orden moral, sátira burlesca de la escena literaria.
La historia se centra en la contrafigura del clásico detective; no es el tipo duro que cabe esperar, es un hombre obligado, por el dictado de sus circunstancias, a claudicar de sus escasas ambiciones personales y profesionales para ejercer de investigador privado. En fin: un alarde de ingenio y de ocurrentes golpes de efecto que sin duda confirman la brillantez de un sentido del humor poco común. Recursos que permiten una lectura ágil, divertida y amena de principio a fin. Sólo lamentamos que entre tantos frentes y tanto desatino el también brillante sentido de la narración se resienta de alguna manera, y de alguna manera se difuminen sus intenciones.