Image: La niebla y la doncella

Image: La niebla y la doncella

Novela

La niebla y la doncella

Lorenzo Silva

28 noviembre, 2002 01:00

Lorenzo Silva. Foto: Mercedes Rodríguez

Destino. Barcelona, 2002. 355 páginas, 16 euros

La niebla y la doncella certifica que el sargento Rubén Bevilacqua y la cabo Virginia Chamorro, los investigadores de la Guardia civil creados por Lorenzo Silva (Madrid, 1966), forman ya una pareja estable. Aparecieron juntos por vez primera en El lejano país de los estanques (1998), volvieron a colaborar en El alquimista impaciente (2000) y resurgen ahora con la delicada misión de reabrir un caso no resuelto y ocurrido un par de años antes: el misterioso asesinato de un joven en la isla de La Gomera.

Los diferentes marcos geográficos en que se han situado las aventuras de ambos agentes han permitido al autor desarrollar, mediante esbozos sobrios y precisos, la técnica de la descripción paisajística y de la caracterización ambiental, tendencia no ajena a la vocación viajera del escritor, que se ha materializado, además, en un libro como Del Rif al Yebala.

El lector puede sentirse quizá desconcertado al comprobar que, después de una novela dura y amarga como El nombre de los nuestros, Lorenzo silva aborda lo que parece un entretenimiento intrascendente y pasajero. Hay que decir, sin embargo, que La niebla y la doncella está compuesta con el mismo cuidado e idéntica pulcritud expresiva que la novela anterior, y que al escritor le ha preocupado, por encima de la intriga propiamente dicha -más verosímilmente urdida que en las obras precedentes-, el trazado de los caracteres, el ahondamiento en los estratos psicológicos de los personajes y en el origen de sus conductas. También, claro está, el mundillo oculto de corruptelas, vicios y ambiciones que se revela en la investigación y que ofrece una instantánea social nada apacible, como cuando se levanta una piedra enorme en medio de un camino solitario y surgen inesperadamente los infinitos insectos y gusanos que se escondían debajo. En este aspecto, La niebla y la doncella es un paso adelante. Los investigadores han perdido cierto acartonamiento que a veces lastraba un tanto su perfil. El autor ha proseguido en su empeño de humanizarlos, de acercarlos en la medida de lo posible al lector medio, insistiendo en sus debilidades ocultas, en sus errores -así, el episodio marginal de Virginia Chamorro y su novio- e incluso en sus aficiones secretas, como la pintura de soldados de plomo por parte de Bevilacqua. Es de este modo como el Maigret de Simenon o el Marlowe de Chandler alcanzan a transmitir una peculiar visión del mundo, sobreviven a las historias que protagonizan y perviven en la memoria. Aquí, donde es particularmente sutil la tensa red de sugerencias, veladuras y sobreentendidos sobre la que se establece la compleja relación entre ambos investigadores, la matización al delinear los personajes centrales se ha extendido también a distintos tipos, y las figuras de Ruth Anglada o del político Gómez Padilla son otros tantos aciertos constructivos de la novela. Algunos interrogatorios -más bien conversaciones- están planteados con extraordinaria habilidad por parte del narrador.

Si Lorenzo Silva continúa profundizando en la caracterización de personajes de tal modo que logre contrarrestar y anular la índole inevitablemente tópica que algunos poseen por su propia naturaleza -el investigador solitario, el ayudante, el jefe, el equívoco sospechoso, etc.-, sus novelas de misterio, con el sargento Bevilaqua y la cabo Chamorro como investigadores, no tendrán nada que envidiar a otras creaciones de mayor empeño. Es un escritor facultado para narrar, para seleccionar lo esencial y dosificar las acciones (el tempo interior de sus relatos suele ser impecable), e incluso cabría decir, aunque parezca una afirmación caprichosa, que la facilidad narrativa puede ser su peor enemigo. Pero no hay más que comparar esta obra con su primera novela, Noviembre sin violetas -prometedora aunque aún demasiado mimética-, para advertir lo mucho que ha ganado la prosa narrativa del escritor en pocos años. Incluso si se atiende a minucias fraseológicas los deslices son mínimos: el uso de "geografía" por ‘territorio’ ("la geografía nacional", pág. 284), alguna concordancia errónea de las que se están extendiendo como una plaga ("esas miles de minucias", pág. 316), o el empleo de "al pairo" con el valor de ‘sin cuidado’ (pág. 343), cuando en realidad significa ‘a la expectativa’. No puede afirmarse que se trate de pecados graves en una novela de cierta extensión como es La niebla y la doncella, que ofrece otros méritos sólidos y además entretiene, condición indispensable de cualquier narración.