El tiempo de las mujeres
Ignacio Martínez de Pisón
23 enero, 2003 01:00Ignacio Martínez de Pisón. Foto: M.R.
Desde que se da a conocer a mediados de los 80, Ignacio Martínez de Pisón ha venido hilvanando una obra narrativa bastante unitaria. Este efecto se debe al recurso común a un humorismo distanciado y a la superposición de un núcleo de rasgos insistentes: ámbito familiar, personajes aplicados a indagar en la memoria, y exposición del proceso de aprendizaje y de la afanosa búsqueda de un destino satisfactorio.Varios de estos elementos se encuentran también en El tiempo de las mujeres, que viene a ser una ampliación de las anteriores y confirma la homogeneidad de sus inquietudes. Destaca en ella una mayor ambición, que se manifiesta en su longitud y en una técnica perpesctivista que da voz alternativa a las tres protagonistas, narradoras de una historia familiar llena de frustraciones.
No cuenta Martínez de Pisón esa historia completa, sino la etapa durante la cual las chicas (María, Carlota y Paloma) descubren cómo es el mundo y que se prolonga desde la infancia hasta la adolescencia y primera madurez. La familia reside en un lugar muy preciso (aludido, aunque no nombrado: Zaragoza) y la parte central del relato se emplaza en fechas bien concretas, entre fines de los 70 y primeros años del decenio siguiente. Conviene subrayar esos elementos para así definir con cierta exactitud la meta del autor: plasmar un relato de aprendizaje, con insistencia en la condición femenina de las narradoras, en medio de una crónica testimonial y crítica de la vida provinciana española en la transición.
Lo colectivo y lo individual se yuxtaponen, y por momentos parece que el testimonio social vaya a tener una importancia decisiva. No la alcanza porque el autor lo suele rebajar a escenario significativo, pero no capital, de una exploración psicologista, de una novela de inquietud intimista. Las tres chicas adoptan actitudes diferentes ante la familia y la vida, y pueden tomarse como representaciones de diversas alternativas en unos momentos de cambio sociológico y de crisis del papel tradicional de la mujer.
Las opciones que María, Carlota y Paloma toman abarcan una amplia gama de incertidumbres (la confusión mística, el descubrimiento del sexo o la droga, la ocupación laboral) y comparten un rasgo principal: el ejercicio de la libertad por encima de las convenciones. Todo ello lo aborda el autor con minuciosidad introspectiva y con una eficaz técnica que completa los detalles de la historia en su conjunto por medio de ese trío de voces diferenciadas. El resultado es una novela de paisajes interiores interesante, sobre la que pende un sentido pesimista de la existencia confirmado por la deriva llena de desilusiones, precariedades materiales o claudicaciones de la existencia de esas mujeres; pero también de parientes, amigos y amantes. Tiene la novela algunos pasajes excelentes, y apunta al componente de misterio oculto siempre en cualquier vida.
El tiempo de las mujeres se lee con curiosidad y no defrauda las expectativas despertadas por el mundo emocional inestable, oscuro y cerrado que le interesa al autor. Tal vez sólo molesta algo la alternancia mecánica de las narradoras y cierta prolijidad de las historias. Pero todo se disculpa por el acierto de esa narración sustancialmente correcta. Que es su mérito, pero también su limitación: no hay importantes reparos que hacerle, pero tampoco despierta asombro.