Image: El afinador de pianos

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Novela

El afinador de pianos

Daniel Mason

20 marzo, 2003 01:00

Daniel Mason. Foto: Qué leer

Trad. Gemma Rovira. Salamandra. Barcelona, 2003. 384 páginas, 18 euros

En la prestigiosa feria del libro de Francfort del año 2001 los editores se mostraron especialmente interesados en la obra primeriza de un joven autor norteamericano, estudiante de medicina, por la que la poderosa Knoff había pagado más de un millón de dólares.

Entre las españolas, quien finalmente se hizo con los derechos de traducción fue Salamandra, tras desembolsar 75.000 dólares, una cifra que raramente alcanzan las editoriales de nuestro país. Poco se puede decir de Daniel Mason, quien a sus veintiséis años se ha convertido en uno de los autores más cotizados con tan sólo una novela, aunque ciertamente la obra, sin llegar a la perfección, merece tenerse pero que muy en cuenta. El afinador de pianos recuerda poderosísimamente a la irrepetible El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad y los personajes de Kurtz y Marlow parecen acompañarnos en este viaje que también lo es… Sí, recuerda a Conrad en cuanto a la temática,y también a Kipling en lo referente a la ambientación escénica del exotismo oriental, que aquí logra engullirnos hasta enamorarnos, también nosotros como el protagonista, de la indómita Birmania.

La acción se inicia con una carta, fechada el 24 de octubre del año 1886 y remitida por el Ministerio de Defensa Británico, enviada a Edgar Drake, un afinador de pianos que vive apaciblemente en el Londres victoriano con su joven esposa Katherine (él tiene 41 años). Se solicita su colaboración para afinar, en Birmania, un delicado Erard propiedad del Comandante Médico Anthony J. Carroll. Aunque con métodos poco ortodoxos, el comandante Carroll ha conseguido pacificar la turbulenta región de los montes y meseta de Shan y el ejército ha accedido a sus "caprichos" -primero el envío del piano y después de un afinador que lo recompusiera tras el viaje a lomos de elefante- ante la amenaza de no continuar con su trabajo.

Se trata, sin duda, de un militar atípico. Drake "pensó que aquel doctor le iba a caer bien; no era habitual hallar palabras tan poéticas en las cartas de los militares. Y él sentía un profundo respeto por los que encontraban un lugar para la música en sus obligaciones" (pág. 32). El encargo supone para Drake todo un reto, no tanto físico como personal, y después de un largo viaje por el Medio Oeste e India, llega finalmente a Birmania, que le atrapa con la misma fuerza que la hermosa Khin Myo. El afinador realiza su cometido e incluso da un concierto para una selecta audiencia interpretando a Bach. Pero Carroll quiere ahora algo más de Drake: que le ayude en el desarrollo de su trabajo y su particularísima visión de la relación con los nativos. Y como todas las locuras también esta acaba en tragedia: "Y si no hablan de las lluvias, ni de Mae Lwin, ni de un afinador de pianos, es por el mismo motivo: porque llegaron y desaparecieron, y la tierra volvió a secarse enseguida." (pág. 372).

El volumen se divide en dos partes claramente diferenciadas -incluso formalmente-: el viaje y la estancia en Birmania. La primera resulta un tanto extensa, y no por las doscientas páginas que debemos leer hasta encontrarnos con el excéntrico comandante Carroll, a quien ansiábamos conocer desde la referida carta, sino porque algunas de las sub-historias narradas por algunos compañeros de viaje se antojan superfluas y un tanto inconclusas.

La segunda parte es mucho más poderosa y es entonces cuando somos verdaderamente conscientes de la dimensión artística de la obra y de la potencialidad narrativa de su autor. La simbiosis Drake-Carroll tiene la misma fuerza dramática que aquella entre Marlow y Kurtz: "Dicen -escribe Drake a su esposa- que un hombre obsesionado por un piano tiene que ser propenso a otro tipo de excentricidades, que no habría que confiar en él ni destinarlo a un puesto tan crucial. […] me cuesta aceptar ese punto de vista, pues si cuestiono al doctor me cuestiono a mí mismo." (pág. 181).

Sin duda esta novela tiene un valor intrínseco innegable -verán como no tarda en versionarse para el cine-; y tan cierto como ello es que si Mason logra limar pequeñas deficiencias tonales y dialogales se convertirá en uno de los autores nortea- mericanos más importantes del siglo que acabamos de estrenar.