José Luis Rodríguez del Corral: "Sade echaría de menos en mi novela más sangre y sodomía"
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17 abril, 2003 02:00J.L. Rodríguez del Corral, por Gusi Bejer
Pregunta: ¿Cómo un librero, con varias obras de relatos y teatro en el cajón, acaba debutando como autor con una novela erótica? Respuesta: Todo el que debuta con una novela erótica guarda algo sospechoso en un cajón. Ser librero podría añadirle un aura de coleccionismo clandestino y promiscuidad bibliográfica. Carezco de lo primero pero estoy completamente volcado en lo segundo. P: Sin el premio, ¿habría intentado publicar la novela? R: Seguro, aunque no sé si lo habría conseguido. El erotismo no es mi única pasión. P: ¿Pondrá (ha puesto ya) su novela en primera línea de escaparate? R: Sí, y he vendido con excitación y extrañeza mi propio libro. El primero al amigo que conduce la furgoneta de reparto de la distribuidora de Tusquets. P: ¿Y cómo definiría Llámalo deseo? R: Ante todo es una novela, con personajes, trama y acción. Un juego o pirueta literaria y espero que también un afrodisíaco. P: ¿Cuál es su mayor deseo? R: Eso es lo que pregunta el genio cuando sale de la botella y lo deja a uno sin habla. Lo mejor es no responder y dejarlo que adivine, porque l que responde se equivoca. P: ¿Casan bien el lirismo y la excitación sexual? R: Milenios de poesía lo avalan. La lírica surge de las potencias inconscientes del alma, donde Eros reina coronado de rosas. P: ¿Qué le reprocharía Sade si leyera su novela? R: Que no haya sangre ni sodomía. P: ¿Y Kabawata? R: Mi franqueza occidental. P: ¿Su libro es “un cuento para adultos que no pueden dormir”? R: Pensé ponerle ese título, de hecho. No lo hice porque es demasiado largo y porque se podría sacar la conclusión de que la novela es soporífera. P: Menciona en el libro la sensación de dominio que da saber un secreto ajeno: ¿cuál es el suyo? R: Tendríamos que conocernos mejor. P: ¿Y como librero? R: Son tantos... Al principio, muy jovencito, me llevaba a casa los libros que más me gustaban para que no los viera nadie. Pronto tuve que cambiar de actitud. P: Como lector... R: En una ocasión me negué a devolver un libro que me había prestado una amiga. Le dije que sería como arrancarme un dedo. Era la edición de Barral de la Poesía erótica de Donne. P: ¿Y como crítico? R: No he hecho nada inconfesable, ni he tenido la ocasión. Siempre que he reseñado o analizado un libro he dicho lo que pensaba con más o menos cortesía. P: Por cierto, ¿le pone la crítica (propia y ajena)? R: Me gusta la crítica cuando describe y valora. Cuando separa la paja del grano y argumenta con sensibilidad y convicción. Ahora, lo que se dice ponerme no me pone. Y menos si se la confunde con el insulto o la sátira. P: ¿Es esta novela una muestra de exhibicionismo literario? R: Efectivamente. Acertada o fallida, es una exhibición. P: ¿Y se considera un narrador impúdico? R: No. He corrido un poco el velo del pudor, pero no he avergonzado o desvergonzado a mis personajes, que son pudorosos, aunque por obra de la literatura podamos verlos en sus momentos más íntimos. P: Con el premio ¿logra “que la vida le coma la boca”? R: Ya me la comía antes. Ahora ha lamido con su lengua mis labios metiéndola entre ellos un poquito. Un beso dulce. P: ¿Cuál es su mayor perversión como lector? R: El polimorfismo que me permite pasar de la filosofía a la historia, de la historia al teatro, del teatro a la novela y encontrar en todos ellos la poesía. P: ¿Y como librero? R: El amor por los libros. A los libreros que no son nada más que comerciantes suele irles economicamente mucho mejor. P: ¿Es la Sonrisa Vertical su favorita? R: Desde luego, y no porque yo tenga un harén. Es que es única. P: ¿A qué crítico se imagina como un ama dominante? R: Qué pocas mujeres hay en el ramo éste de la crítica. Al menos con renombre creo que ninguna. Debería haber críticos femeninos como las hay médicos o diputadas. Mientras tanto prefiero no imaginar. Aunque ahora que lo pienso estoy hablando con una crítico. No digo nada. P: ¿Y a qué editor? R: A mi editora, por supuesto. Si tuviera que nombrar a alguien más, a Herralde. Estoy seguro de que sus órdenes serían muy gratas. P: ¿Cuál, de todas las perversiones de nuestras letras, es más lamentable? R: La retórica heredada del barroco. P: ¿Y la más recomendable? R: El realismo y la alegría cervantinos.