Image: La dama número trece

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Novela

La dama número trece

José Carlos Somoza

29 mayo, 2003 02:00

José Carlos Somoza. Foto: M.R.

Areté. Barcelona, 2003. 454 páginas,30 euros

El nuevo libro de Somoza es una novela muy rara. Gorda, compleja y extrañísima. Suceden tantas y tan sorprendentes peripecias en La dama número trece que no veo el modo de dar una información satisfactoria de su laberíntico argumento, ni soy capaz de definir con claridad el meollo o la intención última del autor.

Todo ello al margen de reconocer, de entrada, la mucha originalidad y las excelentes cualidades imaginativas y fuerza novelesca que adornan a una historia con el suficiente gancho como para retener la curiosidad y el interés hasta la última página
Por dar una idea un poco aproximada de la obra, diré que es una especie de descenso a los infiernos de la mente enferma adonde viaja Salomón Rulfo, un profesor de literatura y poeta traumatizado por un doloroso episodio de su vida. La historia global se encierra entre un breve paréntesis costumbrista, en el cual Rulfo consulta sus pesadillas nocturnas con un médico y lo hace cómplice de su problema. En el medio se inserta la peripecia onírica que recrea un mundo dominado por unas musas o brujas y en el cual la poesía es un arma; no en el sentido metafórico de Gabriel Celaya, sino en uno tan real que alguien muere al dispararle un par de versos de Dámaso Alonso. Dicho así, suena un poco disparatado, pero ese mundillo sostenido en el poder de la palabra, lleno de citas poéticas que funcionan como sortilegios, y de musas mutantes y vengativas, posee la coherencia interior propia de la literatura fantástica. Y aunque Somoza haya rizado el rizo de la invención hasta el extremo de un culturalismo exagerado e ingenuo, tal misterioso submundo finge con su peculiar verosimilitud una inquietante realidad, que es lo que la novela pretende.

Con este propósito, el autor tiene el acierto principal de arrancar su historia en los indecisos límites entre la verdad y la mentira, de dejarla en el terreno de la calculada ambigöedad de lo real y lo imaginado. Gracias a un relato plástico, algo efectista y apoyado en leves técnicas narrativas no convencionales, los extraños fenómenos de la parasicología adquieren la consistencia de lo posible. Tras este enfoque, Somoza despliega con descaro y mucha eficacia numerosos recursos de la literatura popular. La novela resulta un com- pendio de procedimientos narrativos. Hay en ella intriga, crímenes acompañados de su investigación, muertos que resucitan, misterio gótico, terror,hermenéutica literaria, aventuras peligrosas, amores malditos, traiciones y lealtades. En síntesis, una suma de misterio, aventuras y culturalismo aplicada a una aproximación a la vida que desconfía de nuestra acostumbrada óptica racionalista. Existe, parece decir Somoza, algo más allá de la realidad empírica. Y a ese misterio nos asoma la novela, aunque sus últimas páginas pongan un límite a lo visionario.

Esa existencia fuera de lo cotidiano se presenta con una clase de relato de acción que añade el prestigio de lo literario a unas anécdotas muy marcadas y a un fuerte gusto por narrar. Con los distingos necesarios, es el tipo de novela que ha consagrado a Pérez-Reverte y con el que está triunfando Ruiz Zafón, en cuya cercanía anda Somoza. Espero que estas claves resulten útiles para aproximarse a La dama número trece, una obra ambiciosa y apasionante. Tiene una prosa cuidada y una virtuosa organización, y está pensada para un lector mayoritario sin caer en la pobreza habitual de la literatura de consumo.