Image: Qué fue de los Mulvaney

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Novela

Qué fue de los Mulvaney

Joyce Carol Oates

12 junio, 2003 02:00

Joyce Carol Oates. Foto: Jeff Zelevansky

Trad. Carme Camps. Lumen. Barcelona, 2003. 758 páginas, 22 euros

"No hay otra patria que la infancia", se ha dicho. La escritura de Joyce Carol Oates es a menudo un reflejo de la nostalgia de esa patria. Antes de saber escribir dibujaba sus primeras historias. A los 14 años le regalaron su primera máquina de escribir y de ella comenzó a surgir "una novela tras otra". No menos importante fue el choque con la América más violenta que vivió en Detroit. Sobre su escritorio cuelga una cita de Henry James: "Trabajamos en la oscuridad. Hacemos lo que podemos, damos lo que tenemos. Nuestra duda es nuestra pasión, y nuestra pasión es nuestro trabajo. El resto es la locura del arte".

Hace unos años el nombre de Joyce Carol Oates sonaba con fuerza para recibir el prestigioso premio Nobel. En recientes ediciones, sin embargo, la autora norteamericana parece definitivamente descartada, aunque quién es capaz de escudriñar las valoraciones de los académicos suecos...

Sea como fuere Oates continúa publicando con periodicidad y regularidad y su producción literaria alcanzará en breve las treinta novelas. Su popularidad en España es innegable, no en vano su también reciente Zombie acaba de aparecer en edición de bolsillo. Esta Qué fue de los Mulvaney -una traducción literal del título, We Were the Mulvaneys, Nosotros fuimos los Mulvaneys, hubiera resultado más adecuada- se desarrolla en torno a uno de los temas clásicos de Oates: el de la inseguridad, esto es, la desgracia a la que siempre está expuesto el ser humano, incluso en aquellas situaciones que se antojan más ciertas y seguras. En este caso la desgracia sacude a toda una familia, los Mulvaney, quienes, al comienzo de la novela llevan una vida feliz, incluso envidiable. Michael Mulvaney y su mujer Corinne llevan años casos y todavía sienten el mismo amor que el primer día. Tienen tres hijos, Mike Jr., un excelente deportista, Patrick, que destaca en los estudios, Marianne, la única hija, hermosa y sociable, animadora en el instituto, y Jodd, el más pequeño quien, ahora periodista, narrará la historia de su familia. Todo iba bien para los Mulvaney, el negocio de reparación de tejados del padre permitía llevar una vida más que desahogada, la madre se entretenía con las antigöedades y vivían apaciblemente en High Point Farm, una hermosa granja a las afueras de Mt. Ephraim en el estado de Nueva York. El día de San Valentín de 1976 todo cambió para la familia. La hermosa Marianne acude a un baile del instituto y es forzada por uno de los jóvenes -¿quién es capaz de explotar los recursos del goticismo como Oates?-. El padre, que creía haber alcanzado una posición social y reconocimiento comprueba como no es así al no lograr el castigo del culpable y encuentra en el alcohol la única salida a sus problemas. Marianne es enviada a vivir lejos con unos familiares, Patrick planea siniestras venganzas y la familia se disgrega progresivamente. El negocio va de mal en peor hasta terminar en la banca rota; finalmente incluso se ven obligados a vender la granja, símbolo de su estabilidad. La tragedia final es predecible. Esta es la historia narrada por Jodd, quien en el epílogo se interroga, "¿qué palabras se pueden utilizar para resumir toda una vida, tan repleta de confusa felicidad interrumpida por aquel dolor absoluto a cámara lenta?".

Algunos pasajes de la obra resultan excesivamente lentos y minuciosos, de igual forma el epílogo se antoja como una moralina acaramelada sin que logre entender el motivo último de su inclusión. Pero los valores de la obra superan con creces cualquier tipo de reserva. Nadie puede negarle a Oates su maestría en el manejo de personajes, soberbia la proyección de los deseos de los padres en los hijos; o la estructuración de la novela, lineal, como todas las suyas, pero al mismo tiempo tremendamente compleja y enrevesada. Es ella, junto a Philip Roth (no podía olvidar su Pastoral Americana durante la lectura de los Mulvaney; ambas parten de la misma filosofía), la máxima representante del realismo norteamericano moderno (y no me olvido de Updike). Se trata de una crítica ácida que cuestiona el modelo social americano y desvela las miserias y el vacío que se esconden bajo el envoltorio de celofán rosa (también se asemeja a la oscarizada American Beauty). Las pequeñas comunidades, los pueblos americanos, apenas si han variado un ápice desde aquellas que retratara Lewis o Cheever hace más de medio siglo. Es allí donde se desarrolla la auténtica esencia norteamericana y donde queda totalmente claro que el "sueño americano" fue, más que quimera, falacia.