Cuando Alice se subió a la mesa
Jonathan Lethem
11 septiembre, 2003 02:00Jonathan Lethem. Foto: Archivo
"Para poder adherir el espacio de Schwarzshild al espacio de De Sitter -continuó Soft- tuvimos que desarrollar un par de superficies antiagarre en un entorno asintóticamente minkowskiano". No, yo tampoco soy capaz de descifrar la alocución del Dr. Soft, como tampoco acabo de entender muy bien el motor argumental de esta novela de Jonathan Lethem, pero intentaré, dentro de mis posibilidades, reproducirlo.Nos encontramos en una ficticia universidad del norte de California; es el primer semestre del curso y la universidad anda un tanto alterada debido al experimento que el laureado profesor Soft lleva tiempo desarrollando: se trata de una burbuja de vacío, que es una especie de puerta a otros mundos, a otras dimensiones. Cuando Alice se subió a la mesa se inicia precisamente en el momento que Soft tiene éxito. Pero no, no se trata de una novela de ciencia ficción, pues cuanto en ella se trata son aspectos eminentemente mundanos: el amor y los celos.
El narrador de la acción es el profesor Philip Engstrand, que se doctoró con una tesis titulada "La teo-ría como forma de neurosis en el científico profesional" (un título, pese a lo ficticio, terriblemente sugerente) y ahora trabaja estudiando el comportamiento de sus colegas, cuyos trabajos son tan interesantes como irrelevantes, en la hipotética universidad californiana.
Vive con la profesora Alice Coombs -discípula del profesor Soft y especialista en física de partículas que intenta descifrar, reproducir, el origen del universo- a quien el descubrimiento de su maestro cambiará la vida. Ausencia, como bautizan al engendro, parece tener vida propia e incluso recibe el tratamiento de un personaje más (algo similar a lo que ocurre con el ordenador Ecclesias del viejo Ira Stigman en la novelas de Henry Roth). La relación entre Alice y Ausencia llega a ser tan íntima que Engstrand llega a pensar que le esta siendo infiel con otro hombre... pero no es un ser humano el "rival" de Engstrand sino el invento, y contra él deberá luchar para recuperar el amor de Alice.
Una de las particularidades de la burbuja de Soft es que "admite" unas cosas y rechaza otras, esto es, cuando se introduce algo en ella en ocasiones se las queda, sin que se sepa que ocurre con ellas, y en otras el objeto en cuestión atraviesa el "espacio" cayendo por el otro extremo. Esta es su forma de comunicarse. De igual forma que antes confesaba mi incapacidad cognitiva, no puedo por menos que manifestar mi perplejidad analítica, pues no acabo de entender ni los significantes ni los significados -y probablemente los tenga- de esta singular novela.
El nombre de la protagonista y la trama desarrollada evocan claramente a Alicia en el país de las maravillas, pero no es posible encontrar ningún tipo de paralelismo entre ambas obras, a no ser aquel de la ilusión, de la ensoñación fantástica ante la posibilidad de reproducir, vivir, otra realidad más acorde con nuestros deseos. Y si la alegoría no parece conducir a ninguna parte tampoco la aproximación metafórica resuelve gran cosa. La ceguera de los personajes de Evan y Garth, quienes "trazan el mapa del entorno por medios verbales", tal vez represente la nuestra propia al no saber ver, o cuando menos comprender, lo que nos rodea. Tal vez sea ese el verdadero nudo gordiano de lo narrado: el estudio de la naturaleza de la realidad y la percepción estructurado en torno a la relación que mantenemos con la persona amada.
En fin, me resisto a calificar a esta novela de "rareza", pero no puedo por menos que definirla de "atípica".