El hijo de Sandokán
Juan Madrid
25 septiembre, 2003 02:00Juan Madrid. Foto: Ricardo Cases
El malagueño Juan Madrid es uno de los nombres de referencia inexcusables dentro de la novela negra española en su vertiente social.No hace mucho que sacaba de nuevo a la calle a Toni Romano, el ex policía que protagoniza varias de sus historias y que en Grupo de noche (Espasa Calpe) se interna en el fondo oscuro de la propia policía. Aparte de la voluntad de hacer una crítica testimonial muy directa, distingue a esta serie policiaca un arte de contar con destreza y fluidez.
Este rasgo fundamental del narrador Juan Madrid se pone al servicio de un género que hasta la fecha no había cultivado, la novela de aventuras, y consigue un relato sencillo, muy ameno. Una obra menor, pero digna dentro de esa modalidad. Se titula El hijo de Sandokán, tiene como figura central a un tal Kemal, heredero del celebrado corsario, y cuenta un sinfín de peripecias de este aventurero y de sus gentes en su lucha a comienzos del siglo pasado contra el colonialismo inglés.
Descubre Juan Madrid las cartas de su juego en la primera página al dedicar la novela a uno de los maestros de la aventura, Emilio Salgari. Salvador, un pescador fallecido, lega un manuscrito al propio escritor y éste lo adereza para publicarlo. Ese manuscrito refiere una etapa de la vida de Salvador. El marino cuenta lo que le ocurrió a raíz de embarcarse en 1913 como timonel en un navío que transportaba armas clandestinas con destino a un sultanato asiático. Pasó peligros mortales, se salvó de milagro y regresó a su tierra malagueña. A pesar del título, el narrador resulta el verdadero protagonista por su presencia constante y por disfrutar de cierta penetración psicológica; Kamal a ratos desaparece y queda muy difuminado.
En el medio se encadenan la inhumana vida a bordo, episodios de la lucha de los nacionalistas índicos, una persecución naval y la captura de Salvador por unos caníbales de Borneo. Este rosario de anécdotas se hilvana con el hilo de una historia de amor meándrica, torturante y de alto voltaje. Estos elementos del argumento y una técnica narrativa basada en los llamativos recursos del folletín, más la buena mano del autor para contar una historia de esta clase, se resuelve en un curioso relato que salta de sorpresa en sorpresa.
Nada más puede exigírsele al género. Cumple la obra más que de sobra la meta buscada y se da una adecuación entre fines y medios. Sí hay que reprocharle al autor una escritura un poco precipitada, con frases imprecisas y repeticiones que no pueden justificarse por la condición poco letrada del narrador, pues la prosa, en la que no faltan cultismos, no le pertenece a "un simple marinero que lee y escribe con dificultad".
Estos descuidos rebajan el mérito de la novela, y también se echa en falta en ella un poco más de aliento y de densidad, no incompatible con los encantos de la acción. Pero Juan Madrid se atiene a una meta de simple entretenimiento y logra alcanzarla: uno pasa unos buenos ratos con emociones, intrigas y anécdotas curiosas que se leen sin esfuerzo.