Image: El libro de E

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Novela

El libro de E

Javier Salinas

9 octubre, 2003 02:00

Javier Salinas. Foto: M.R.

Siruela, 2003, 232 págs, 16’83 euros

El vanguardismo tiene hoy difícil acomodo en una cultura que sigue el ritmo y el tono de una sociedad dada a las prisas y lo fácil. Sin embargo no faltan esporádicos creadores que mantengan chisporroteante la antorcha de la literatura exigente.

En este excluyente círculo inscribe Javier Salinas la tercera de sus novelas, El libro de E. Como suele ocurrir en las narraciones de la modernidad, Salinas no construye una trama en el sentido tradicional, y no existe argumento. A lo más, monta una intuición anecdótica, la de un ser errante a lo largo del siglo pasado y a lo ancho de nuestro continente: un Ulises poliédrico y amenazado, sin esperanzas de alcanzar ítaca alguna, y seguro de que su Penélope son las frustraciones que constituyen la vida, todas las vidas.

Hasta tal grado se subordinan las leves peripecias a la conflictividad del protagonista que éste, también narrador, dice que en su historia no hay planteamiento, nudo y desenlace, porque todo es nudo. O todo incertidumbre. Porque tampoco el protagonista, un músico, se muestra con rasgos individualizadores. El tiempo no conoce la aduana del calendario. Y el espacio ignora las fronteras geográficas o políticas. Pronto reconocemos en este Trigorin Gáiev, solista y director de orquesta, del comienzo de la novela a un tipo novelesco muy siglo XX, magmático, como los de Beckett, abrumado como los de Kafka, sin atributos, como en Musil, y de una conflictividad interior extrema. Desde esa base de una inestable personalidad, Salinas plantea el tema del doble y el problema de la identidad. Es la peripecia del europeo moderno, víctima de grandes guerras, de totalitarismos, y falto de toda esperanza. El protagonista es E y no es E. Y no alcanza respuesta mejor a su pregunta, "¿Quién soy yo?". Alrededor de esta interrogación gira la novela. El resultado es de una gran amargura.

La composición del libro se adapta a esta perspectiva. Se suceden situaciones sueltas, vinculadas por una voz narradora que corresponde a varios sujetos pero que se expresa siempre con los mismos recursos. Por un lado, unas frases muy breves. Por otro, unos monólogos interiores, construidos con asociaciones caprichosas.

Con desigual fortuna expresiva, sí logra Salinas construir un discurso entre lo irracional, lo vehemente y lo poemático, entre la lógica y lo paradójico, capaz de comunicar la idea de un ser humano perdido en los terrores de la realidad. Novelescamente pesa mucho el intelectualismo del autor y eso perjudica a la capacidad de conmover. Pero la rebeldía de la escritura de Salinas frente al éxito fácil, la densidad de su reflexión, y el atrevimiento de hacer una obra difícil y nada complaciente merecen que se le dé la bienvenida.