Amigos absolutos
John Le Carré
27 mayo, 2004 02:00John Le Carré. Foto: Arnd Wiegmann
"Mentir para un país es una profesión noble, siempre y cuando uno sepa cuál es la verdad..." sería una de las máximas fundamentales en anteriores entregas novelísticas de John LeCarré, pero la conclusión de esta misma frase, "...pero lamentablemente yo no lo sé", supone un radical giro conceptual respecto a anteriores entregas de este maestro en el género de espionaje.Y, en efecto, Amigos absolutos se aleja del prototípico patrón de novelas como El topo, El sastre de Panamá o El jardinero fiel. Los históricos acontecimientos mundiales continúan siendo el necesario marco referencial donde situar la acción; de igual forma el intrigante universo del espionaje vuelve a conformar el sustrato fundamental para el argumento... y sin embargo calificar Amigos absolutos como "novela de espías" resulta cuando menos impreciso. Sólo las últimas cien páginas responden a las premisas del subgénero. La radical alteración del orden mundial que se ha producido en los últimos años ha supuesto para algunos la pérdida de unos de valores tenidos por absolutos. En este ambiente situamos a los "amigos absolutos" Mundy y Sasha. La vida de Mundy no ha sido tan anodina y patética como lo es en este momento. Hijo de un militar británico destinado en Pakistán, nació el mismo día que la nación declaró su independencia.
Pasó su infancia en Inglaterra y finalmente, tras el fracaso que supuso Oxford, recaló en Berlín, donde conoció al idealista Sasha. Eran los años dominados por la Guerra Fría. Mun-dy y Sasha se involucran en acciones de espionaje y contraespionaje, pero la caída del Telón de Acero puso fin a todo aquel mundo de intrigas y secretos y a su "empleo tapadera" en el British Council. Incluso se vio en la ruina cuando un socio sin escrúpulos lo abandonó llevándose el dinero. Han transcurrido tres décadas desde aquel primer encuentro con su amigo y Sasha reaparece en la anodina vida de Mundy -que ahora vive con Zara, prostituta antes y en la actualidad camarera, "la única preocupación de su vida" y el hijo de ella- proponiéndole nuevas acciones que tienen más de quijotesco que de pragmático. Y Mundy, para su desgracia, acepta: "Sí, Sasha es mi amigo. No un amigo que me guste necesariamente, pero sí un amigo, un amigo leal, y un viejo amigo, un amigo que necesita mi protección. [...] Un amigo que además, casualmente, es adicto al caos y libra una guerra ciega e individual contra todas las formas de orden establecidas."
Amigos absolutos responde a las características de una novela de corte psicológico no exenta de una cierta vocación crítica respecto al monolítico orden mundial establecido por el "imperio" (paradójico, los norteamericanos dejan que Zara huya a Turquía porque "era bien conocida la contundencia de los métodos de interrogatorio turcos"). Tal vez esta novela provoque alguna que otra deserción entre el ejército de seguidores de LeCarré; pero siempre resulta encomiable el valor que demuestra el autor tanto en su propuesta ideológica como en cuanto a la evolución artístico-estética.