El grupo
Mary McCarthy
2 septiembre, 2004 02:00Mary McCarthy. Foto: Jill Krementz
Cuando apareció la primera edición de El grupo en 1963 (al precio de seis dólares de los de entonces), Norman Mailer fue el encargado de reseñarla en el New York Review of Books del 17 de octubre. La reseña se titulaba "El caso Mary McCarthy" y comenzaba así: "Tenía que ocurrir. Estaba escrito que llegaría un día en que nuestra Primera Dama de las Letras escribiría un libro como éste, que haría que todo el mundo se sobresaltase". "Las críticas publicadas hasta ahora", resumía, "nos la traen volando con alas de oro: ‘brillante’, ‘afinada’, ‘superlativa’, ‘increíblemente valiosa’... Desde que Elizabeth Janeway publicó The Walsh Girls ningún libro escrito por una mujer había logrado la unanimidad de esta gente. Y ha ocurrido con Mary, nuestra santa, nuestro árbitro, nuestra Juana de Arco, la única capaz de recorrer de arriba abajo nuestro pobre reino encharcado".
Sus obras (The Company She Keeps; Memoirs of a Catholic Girl...) estuvieron marcadas por una clara huella autobiográfica y entre todas ellas destaca precisamente El Grupo donde recrea sus años en la femenina, prestigiosa y neoyorquina universidad de Vassar (Writing Dangerously: Mary McCarthy and Her World de Carol Brightman merece ser destacada como la mejor biografía de la autora).
Nos encontramos ante una novela coral donde ocho jóvenes idealistas (Kay, Dottie, Pokey, Helena, Lobby, Priss, Lakey y Polly) recién graduadas intentarán enfrentarse y cambiar, en el del periodo de entreguerras, un mundo en el que "todas ellas sin excepción coincidían en que lo peor que podía sucederles era llegar a ser como mamá y papá, unas personas envaradas y timoratas" (pág. 18). La acción se inicia en junio de 1933; Kay (en cierta forma alter ego de la propia McCarthy) se va a casar justo una semana después de terminar la universidad. Como no podía ser menos sus siete amigas están invitadas a la boda y desde este primer capítulo nos acompaña esa misma "intensa sensación de aventura" que sienten las amigas sentadas en la "silenciosa iglesia casi vacía" (pág. 10). El final, en un "bonito día de julio" siete años más tarde, vuelve a pivotar de nuevo en torno al personaje de Kay que acaba de morir con tan sólo veintinueve años. Entre medio "había estallado la guerra, Francia había caído; la Luftwaffe bombardeaba Inglaterra..." (pág. 409). No es el mundo lo único que ha cambiado durante esos siete años, también ellas han sufrido su propio vía crucis. A lo largo de los 15 capítulos que conforman el volumen iremos conociendo cómo cada una de ellas fracasa en sus revolucionarios intentos de cambio. Como le ocurriera a Edna Pontellier en El Despertar de la citada Chopin, la sociedad, la historia, las costumbres... están demasiado arraigadas como para tambalearse ante los embates de ocho jóvenes idealistas; y también como ocurriera con Edna, son ellas en buena parte causantes de su desgracia, "...las estudiantes de Vassar no eran bien vistas; se habían convertido en un símbolo de su superioridad" (pág. 35).
Como quiera que sea el medio siglo transcurrido entre El Despertar (1899) y El Grupo (1954) resulta obvio, y al mismo tiempo algunos de los temas planteados pueden resultar anacrónicos para lector del siglo XXI. Para valorar en su justa medida será necesario, por una parte, situarla en su tiempo, por otra, entender la aproximación satírica de McCarthy a la realidad del momento. Es en este contexto cuando alcanzan pleno sentido algunas de las observaciones de las protagonistas: "Según Kay, el orgasmo era algo poco frecuente, algo que el marido tenía que provocar mediante la cuidadosa observación de su esposa y la estimulación manual" (pág. 49); o aquella otra si cabe más irónica sobre los preservativos en labios de Helena: "Pero siempre se podría aprender a utilizar preservativos. ¿Los has visto? Es tan sencillo como lavarte los dientes" (pág. 155); sorprendente es la de Priss, quien pensaba que amamantando a su hijo, en vez de darle el biberón, superaría el rechazo y que su marido "se los acariciaría" (pág. 266); sin pasar por alto la reflexión de Polly respecto a las relaciones hombre-mujer: "Había descubierto una pequeña y triste ley: los hombres nunca llaman cuando los necesitas, sino sólo cuando no los necesitas" (pág. 305). Es precisamente este lado humano, ingenuo si se quiere, de las protagonistas el que provoca la empatía del lector (imagino que incluso potenciado en el caso de las lectoras) propiciando una cierta laxitud crítica al abordar pasajes excesivamente melodramáticos. Mary McCarthy va desgranando capítulo a capítulo distintos temas que preocupaban a la mujer de su tiempo, desde la educación como liberación hasta la virginidad pasando por implicaciones inherentes a la psicología femenina. Aspectos, como se ve, ya superados en nuestros días... ¿O no?