El lado frío de la almohada
Belén Gopegui
9 septiembre, 2004 02:00Belén Gopegui. Foto: Mercedes Rodríguez
La nueva obra de Belén Gopegui, El lado frío de la almohada, tiene un aspecto externo bastante sencillo. Se ampara en una variante de un procedimiento bien conocido: un escritor acepta la petición de un amigo de convertir la dura historia real que éste le cuenta en una novela.Dicha historia se expone sin mayores complicaciones formales y sigue un orden lineal en el que se alternan la narración de los sucesos y unas cartas rubricadas por la protagonista de la novela.
También es sencillo el argumento, dentro de las complicaciones y sorpresas inevitables en un relato de espías. Agentes cubanos tienden una trampa a los norteamericanos. La exposición del engaño sutil está bien montada y además elude el riesgo de la caricatura de un prepotente Goliat burlado por David. Asistimos, pues, a una razonable historia de equívocos en la cual desempeña un papel decisivo el factor humano, encarnado en las conductas bien observadas de unas cuantas personas. De entre éstas sobresalen con fuerza un diplomático americano, Philip Hull, y una agente cubana, Laura Bahía, que se enredan en un amor hermoso por imposible, y no sólo a causa de la diferencia de edad.
No cabe pensar que la sustancial amenidad del relato constituya la meta de una escritora tan preocupada por señalar los grandes problemas de la vida como Gopegui, quien utiliza con trasparencia la anécdota para desarrollar cuestiones nada simples: un conflictivo sentido del mundo y de la historia, el peso del mal en la realidad y, en fin, el valor de algunos principios morales que planean sobre las "individualidades colectivas" y las "colectividades individuales", dicho con la paradójica fórmula de César Vallejo que abre el libro. De modo que enseguida sabemos que nos hallamos ante un relato intelectual, moral, filosófico y, por qué no decirlo con toda claridad, político.
Lo de político ha de entenderse en un sentido riguroso y no circunstancial, aunque una parte de la trama se refiera a una situación específica, la revolución cubana, la deriva del castrismo y las incógnitas que un régimen autoritario plantea de cara al futuro. Advertiré que la novela se enfrenta a la marea de obras rabiosamente anticastristas que nos invade desde años atrás. Si algo concreto propone es una comprensión de los mecanismos de defensa de un proyecto político acechado por todas partes. Gopegui, o su novela, mantiene una postura nada proclive a lo políticamente correcto, y ha de subrayarse el coraje intelectual, la honestidad ideológica y hasta el valor cívico con que maneja la problemática cubana. Gopegui hace en El lado frío de la almohada una novela utópica, pero también muy desolada. Con gran lucidez llega a un callejón sin salida después de haber barajado las cartas de la razón y de la esperanza. Esta postura conmueve porque no hay simplificaciones, ni maniqueísmo; existe una lucha sorda que en un escritor panfletario llevaría al triunfo de lo espiritual y lo noble sobre el gran enemigo, el materialismo capitalista. Pero eso no ocurre porque no sería realista, y la novela deja mal sabor de boca.
El problema, además, no se ciñe al fracaso de las organizaciones o sistemas políticos. Más que ahí anida en los individuos y en sus relaciones sociales. Por ello, aunque la novela tenga la dimensión pública señalada, su desarrollo se asienta en un protagonismo individual muy fuerte. La historia de Philip y Laura no tiene porvenir porque la realidad derriba el escudo protector de la ternura. Las cartas de Laura, expresión entre racional y poética del fracaso, añaden un sustento analítico al sentido de la acción. Y todo ello entrelazado revela la condición básica de Gopegui y de este libro, una propuesta reflexiva que tiene un concreto destinatario, ese lector serio para quien la literatura, aparte de un noble entretenimiento, sea un modo de conocer, un vehículo para pensar, y hasta un estímulo para intervenir en el mundo.
Tres cuestiones a Belén Gopegui
-¿Cuál es el sentido de defender hoy la Revolución cubana?
-Lo encuentro en lo que significa seguir apostando por la posibilidad de que exista una sociedad no basada en el dominio económico.
-¿Cuáles son los sueños que no podemos tener?
-Le hablaré de los que vamos abandonando casi sin darnos cuenta, por ejemplo poder hablar y que nos oigan sin tener que seducir.
-¿Qué sorprenderá en esta novela a sus lectores habituales?
-Me gustaría pensar que a mis lectores habituales esta novela no les sorprenderá.