Al morir Don Quijote
Andrés Trapiello
4 noviembre, 2004 01:00Andrés Trapiello. Foto: Julián Jaémn
En 1605 Cervantes publica la primera parte del Quijote, que, con su continuación en la segunda (1615), consagraba la crea-ción de la novela moderna y ponía las bases de su continua renovación.El próximo año se cumplirá el cuarto centenario de su primera edición. Pero las conmemoraciones han comenzado ya en estos últimos meses. Y lo han hecho con singular fortuna, pues, dejando aparte estudios filológicos, la celebración literaria de la inmortal novela ha encontrado en Trapiello el necesario talento para llevar a cabo la primera manifestación artística de indudable importancia en su recreación y continuación del mundo que rodeaba a don Quijote. Trapiello es poeta, novelista , ensayista y autor de una biografía de Cervantes. Por ello reúne las condiciones exigibles para llevar a cabo el proyecto de construir una novela a partir de la muerte de don Quijote, con los personajes que mejor lo conocieron por haber vivido a su lado y que Cervantes dejó abiertos a las potencialidades novelescas que cada ingenio se atreva a imaginar.
Al morir don Quijote comienza con lo que podría llamarse "final de otra novela" (y comienzo de ésta), por decirlo con palabras de Galdós al principio de La desheredada, la más cervantina de las novelas del mejor discípulo de Cervantes en el XIX español. Porque Trapiello emplea los primeros capítulos en la presentación de los personajes que rodearon a don Quijote y asistieron a su muerte. En esta prolongada retrospección temporal se glosan o resumen episodios importantes protagonizados por don Quijote en sus tres salidas. El cuidado que el autor pone en la verosimilitud de cuanto aquí se recrea es digno de encomio. Porque toda información presente o la rememoración del pasado vienen avaladas por testigos que estuvieron presentes en las citadas aventuras (Sancho, el cura y el barbero) o en la vida diaria del hidalgo y su enloquecimiento (ama, sobrina) o por algún personaje que ha leído ya la primera parte con las dos primeras salidas de don Quijote (Sansón Carrasco). Y así se procede en toda la novela, donde nunca deja de contarse con el texto cervantino como referente (hipotexto) significativo de lo que Trapiello ha novelado. Por eso se incluyen también, con toda propiedad, alusiones y comentarios a la segunda parte del Quijote (1615), que algunos leen ahora o porque antes han conocido de primera mano algunos episodios.
Lo imaginado por Trapiello en su novela, aun procediendo con libertad en su invención, guarda la fidelidad al legado cervantino, sin salirse nunca del decoro literario y el respeto debido al autor del Quijote. Las principales novedades están en el secreto enamoramiento del ama, que no podía encontrar correspondencia en don Quijote, en el amor de la sobrina por el bachiller Carrasco, atrapado en las redes tejidas por el ama y la sobrina, en el aprendizaje lector de Sancho Panza y en la marcha final de todos ellos a América, dejando así abierta su novela a otras posibles continuaciones. Todo parece acorde con las costumbres y convenciones de la época, incluso el desliz de la sobrina con el gañán que se aprovecha de la inocencia de sus 19 años, o con las virtualidades encerradas en El Quijote, como el ansia lectora que Trapiello hace prender en Sancho, que ya en el texto de Cervantes dio pie a ilustres comentaristas para considerarlo el mejor discípulo de don Quijote. Sin embargo hay algún anacronismo en la modificación de referencias históricas que no resulta fácil de aceptar, como situar la muerte de Cervantes el 23 de noviembre de 1615 (se produjo el 22 de abril de 1616 y fue enterrado el 23), aunque tenga justificación en aras de la libertad del novelista y con ello se facilite la no presencia de Cervantes en el homenaje y ayuda que Sancho y Sansón Carrasco venían a darle en Madrid. Otros desajustes en la temporalidad interna de la narración son deslices que pueden corregirse con facilidad: así los 23 años que confiesa el ama (pág. 127) llevar al servicio de don Quijote (en las demás ocasiones se dice que son 27).
Por encima de estas minucias, la novela de Trapiello merece la más alta valoración crítica por la fidelidad con que ha recreado la herencia literaria del Quijote en su armoniosa imbricación de vida y literatura, en su fecunda simbiosis de relato de nuevos acontecimientos y discusión metanarrativa de su escritura, en el hallazgo de potencialidades novelescas en los personajes cervantinos y sus nuevas relaciones y en la prodigiosa recreación del estilo de Cervantes en un castellano que parece de ayer y hoy, con admirable asimilación de la riqueza léxica y las estructuras sintácticas cervantinas, lo cual facilita la intercalación de fragmentos de Cervantes sin perder la naturalidad en la transición estilística entre ambos autores. En esto radica el mayor elogio entre los muchos merecidos por la novela de Trapiello.