Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos
Rodrigo Muñoz Avia
31 marzo, 2005 02:00Rodrigo Muñoz Avia. Foto: Archivo
Rodrigo Muñoz Avia (Madrid, 1967), guionista de cine y autor de estudios sobre pintores actuales y también de tres novelas de literatura infantil y juvenil, hace su primera incursión en la literatura mayor con una novela menor presentada como un divertimento.Aquí se trata de un profesional de clase media que vive con su familia en una urbanización del Parque Conde de Orgaz, acomodado y bien pagado en la empresa familiar, hasta que descubre una extraña alteración nerviosa producida por los botones de la chaqueta de su cuñado, psiquiatra de profesión, que le hace sentir la necesidad de un tratamiento para curarse de sus perturbaciones psíquicas. A partir de entonces la vida cotidiana de este hombre casado y con dos hijos abandona su normalidad para caer en manos de psiquiatras, psicólogos, naturópatas, dietistas, curanderos y otros especialistas en desmontar el sistema emocional y escarbar en su interior para terminar planteándose la búsqueda de la felicidad y convertirse en un infeliz.
Rodrigo Montalvo Letellier, protagonista y narrador de su historia, comienza su relato en un arranque directo: "Antes de ir al psiquiatra yo era una persona feliz. Ahora soy disléxico, obsesivo, depresivo y tengo diemo a la muerte, o sea, miedo" (pág. 9). El último capítulo de su narración repite la misma presentación del primero y añade unas palabras que ratifican lo que había adelantado al principio, pues "sigo siendo parafásico, obsesivo y medianamente infeliz, aparte de tenerle un miedo atroz a la muerte" (pág. 198). En el medio se ha desarrollado la peripecia de este individuo urbano representativo de la clase media.
La ironía y la deformación caricaturesca de ciertos profesionales de la psique humana, a veces también la hipérbole, son los procedimientos elegidos para realzar el humor de la novela y su intencionalidad satírica. En la gracia y el ingenio derramados en algunas situaciones radica lo mejor del texto. Entre otras, destacan la figura y el proceder del psiquiatra argentino que ahonda en las perturbaciones del protagonista, la conducta de su padre mirón, las apariciones de un exhibicionista y la rara condición de un gato que ladra. La parafasia del protagonista se manifiesta en la sucesión de juegos con las palabras, en la línea del ingenio verbal desplegado en algunas novelas de Millás, que van desde la alteración silábica o de fonemas en la morfología de una palabra (conversadores-conservadores) hasta su trastrueque en frases enteras y su mezcla en diálogos con superposición de la lengua española y la inglesa. Así, entre las disfunciones y el progresivo deterioro en el comportamiento del protagonista, víctima de unos especialistas de medio pelo, se traza la imagen en escorzo de nuestra sociedad urbana actual, con sus prejuicios, afanes y desvelos de felicidad que la convierten en carne de "psiquiatras, psicólogos y otros enfermos".