La comedia humana
William Saroyan
21 abril, 2005 02:00Sello conmemorativo de EE.UU. y la URSS (1991)
La II Guerra Mundial fue durante un par de décadas el tema referencial por excelencia en la literatura norteamericana. Jerzy Kosinsky nos dibujó todo el horror en El pájaro pintado; Joseph Heller su lado más absurdo en Trampa 22; Steinbeck la heroicidad de los pueblos en La luna está baja...La nómina podría continuar con los consabidos nombres de Pynchon y El arco iris de la gravedad, Vonnegut Jr. y Matadero cinco, Hawkes y El caníbal... un grupo heterogéneo de autores con el común denominador de reflejar la crudeza y tragedia de la guerra en el mismo escenario donde ocurre. Pero la tragedia de la guerra también se vivía a miles de kilómetros de las trincheras, en los apacibles valles de la soleada California; y ese es el escenario escogido por Saroyan en su novela más conocida, La comedia humana.
Su aproximación no es tan descarnada, tan vívidamente trágica como en los autores mencionados; en ocasiones parece evocar al Anderson de Winesburg, Ohio; el Steinbeck de Las praderas del cielo e incluso al Twain de Huckleberry Finn. Su protagonista es Homer Macauley, un adolescente que se emplea en la oficina de correos y así puede ayudar a la maltrecha economía familiar. El trabajo le gusta y está deseando terminar su jornada escolar para recorrer el pueblo de Ithaca repartiendo telegramas. Pero no todo es alegría, pues la mayoría de los telegramas que debe entregar son portadores de una mala noticia, la muerte del hijo o esposo en cuestión en la contienda. Homer es el mudo testigo de las reacciones de quienes han perdido a un ser querido. Poco a poco el niño gracioso se irá convirtiendo en un adulto en una suerte de catarsis -se trata a fin de cuentas de un Bildungsroman- que le dejará al descubierto la verdadera "comedia humana". La acción transcurre en un espacio de tiempo breve, pero Homer sufrirá una radical transformación: "Aquel sábado fue uno de los más largos y llenos de acontecimientos de la vida de Homer Macauley. Las pequeñas cosas habían empezado a asumir una nueva importancia y a adoptar un significado que él podía entender".
En este retrato costumbrista entrarán a escena otros actores, desde su hermano menor Ulysses hasta el señor Grogan, responsable de la oficina de correos. La vida trascurre según su propia rutina, parece que nada ocurriera y, sin embargo, miles de hombres mueren en la guerra. No son seres anónimos, son nuestros vecinos, los hijos de nuestros vecinos, nuestro propio hermano. ésa es la auténtica tragedia que pretende reflejar Saroyan, la angustia vital de quienes viven pendien- tes de recibir un telegrama. Como dice Tobey, "Yo no supe que los niños tenían madre y padre hasta que empecé a ir a la escuela y oí al resto de niños hablar de ello. Yo pensaba que todos estábamos solos en el mundo, como yo, y que se empezaba en la vida sin ayuda de nadie. Supongo que después de enterarme me sentí mal durante mucho tiempo".