Un as en la manga
Annie Proulx
26 mayo, 2005 02:00Annie Proulx. Foto: Archivo
En los últimos tiempos parece estar de moda en la academia, sobre todo en los Estados Unidos, un nuevo modelo de aproximación crítica literaria que ha venido en denominarse "ecocrítica".Se trata de una lectura literaria interesada en condicionantes de tipo ecológico. La naturaleza ha sido uno de los temas fundamentales en la literatura norteamericana, desde los primeros escritos de Cooper o Thoreau e incluso se ha convertido en sustancia narrativa para autores como Cheever. Y este camino es el que toma, ya de forma definitiva, Annie Proulx en Un as en la manga. Si en sus volúmenes de cuentos y en su novela más conocida y galardonada, Atando cabos, la naturaleza se convertía en un elemento imprescindible para aprehender la esencia de los personajes, en Un as en la manga alcanza el rango de auténtico protagonista, aunque el principal actor se llame Bob Dollar.
Bob es un joven impulsivo que tras un desencanto laboral entra a trabajar en la poderosa Global Pork Rind, dedicada al negocio porcino y con quienes espera realizar sus ambiciones. Su misión consistirá en trasladarse hasta el "panhandle", una zona deprimida entre Tejas y Oklahoma, y convencer a los granjeros para que le vendan sus ranchos con el fin de instalar en ellos granjas de cerdos. Pero Bob no puede decir la verdad, pues el desastre ecológico que supondría el asentamiento de las granjas porcinas representaría el ocaso definitivo de la zona, y supuestamente desea comprar las tierras por motivo de negocios inmobiliarios. éste es el motor de la acción; el hilo conductor son las conversaciones de Bob con los distintos lugareños, y la esencia, las historias de todo tipo que le cuentan. Al final de la novela Bob experimenta una suerte de revelación que le obligará a replantearse su filosofía de vida. Estructuralmente la novela participa de una articulación similar a la de un volumen de relatos. Cada uno de los personajes, en su interacción con Bob, cuenta una historia personal, anecdótica; el nexo entre todas será el potenciar la idea primigenia de lugar, de espacio físico y humano único que puede ser definitivamente destruido si se varía un ápice su singularidad.
La referida proliferación de personajes -se trata de una novela coral- e historias se traduce en una falta de definición de cada uno de ellos; también Bob Dollar, por supuesto. El nombre de cada uno de los personajes, como el del propio Bob, parece sugerir su propia caracterización -incluso aparece un Jack Derrida- en una novela donde el lector se ve expuesto ante dos bandos claramente definidos: los buenos, representados por los inocentes lugareños y los malos que son las potentes industrias que ven en la globalización la gran panacea empresarial y mundial. Tal vez demasiado obvio, demasiado explícito, demasiado simple.