Image: Cinco mujeres y media

Image: Cinco mujeres y media

Novela

Cinco mujeres y media

Francisco González Ledesma

1 septiembre, 2005 02:00

Francisco González Ledesma. Foto: Santi Cogolludo

Planeta. Barcelona, 2005. 390 páginas, 20’50 euros

Cuando, en 1984, Francisco González Ledesma obtuvo el premio Planeta por su novela Crónica sentimental en rojo, era ya un escritor avezado. Había publicado durante años numerosas novelas de quiosco con el seudónimo "Silver Kane" -entre otros-, y en la popular colección "Servicio secreto" de Bruguera figuran novelas suyas como Los muertos vuelven de noche, Devuélvanme mi ataúd o Nueve muertos y medio, que parece preludiar, a medio siglo de distancia, el título de esta última obra del autor.

La afición a las narraciones de intriga llevó más tarde a González Ledesma, cuando "Silver Kane" era ya un recuerdo lejano, a crear el personaje del solitario policía Méndez, con muchos años de servicio a las espaldas, muchos desengaños y mucha nostalgia, que ha protagonizado algunas de las novelas anteriores del autor y vuelve a hacerlo ahora, ya al borde de la jubilación y cada vez más afectado por las diferencias entre la justicia y la ley en una sociedad que evoluciona vertiginosamente. Cinco mujeres y media es, naturalmente, una novela de intriga, poblada de asesinos, mamporreros y hampones, pero también de constructores enriquecidos, de gentes envueltas en turbios negocios, de abogados corruptos, de chantajistas de altos vuelos. Hay crímenes y misterios, pero sólo como un componente más de lo que es más valioso en la obra: el retrato descarnado de una sociedad que ha sufrido una atroz perversión de los antiguos valores, como sintetiza Pedro Anselmo: "La idea de la dignidad del trabajo ha sido sustituida por la idea de la dignidad del subsidio. La dignidad del centro obrero ha sido sustituida por la dignidad del club de jubilados. La dignidad de la izquierda, por la dignidad de la ecología. La agitación universitaria por la agitación de la antiglobalización, que viene a ser como una fiesta de aniversario. Los obreros ya no piden la revolución, sino el confort, y ya no quieren que el capitalista se vaya, sino que el capitalista les regale una butaca" (pág. 330).

Todo esto, además, se encierra en un relato que no renuncia a ninguna forma narrativa: tercera persona en presente, monólogo interior, relato tradicional en pasado, fragmentos en segunda persona... Los movimientos, las sensaciones, los rasgos descriptivos se reducen con frecuencia a puros y escuetos enunciados nominales, a la manera del mejor Simenon: "La escalera tortuosa. El olor a detergente en los descansillos. Los peldaños en que había aparecido el muerto" (pág. 282). Pero, sobre todo, el punto de vista dominante es el de Méndez, y su mirada tiñe el mundo circundante de una nostalgia casi elegíaca: las viejas tabernas, los rincones que aún sobreviven de la antigua ciudad, las costumbres y personas desaparecidas. Méndez es el superviviente de una sociedad añorada de la que sólo quedan vestigios. No es extraño, por tanto, que esta visión se traslade al libro y que casi todos los personajes arrastren el recuerdo de un pasado en el que la vida parecía ser mejor, más grata y hermosa. Muchos de ellos son seres vencidos, que se han rendido a la desdicha -como la suicida Elena Bustos-, o que procuran conservar un rescoldo de dignidad en sus vidas, como Anna Parra o Eva Ferrer. El novelista traza con habilidad sus perfiles, pero le interesa sobre todo el fondo de recuerdos o circunstancias adversas en que se mueven, en medio de esa Barcelona ya desfigurada por el progreso cuya evocación, declarada o implícita, impregna la novela de melancolía.

La antigua dedicación a las novelas de sesenta páginas enseña, sin duda, a manejar un ritmo narrativo como el de Cinco mujeres y media, que permite al lector seguir sin dificultades las historias alternantes de los distintos personajes y percatarse de las relaciones ocultas existentes entre ellos. Hay diálogos eficaces y rotundos, como los del comisario con los abogados, y algún desliz constructivo: en la conversación entre Madero y Eva Ferrer (págs. 263 ss.) se dan como informaciones nuevas algunas que ya habían surgido en un coloquio anterior (págs. 215 ss.), como si se hubiera producido un desajuste entre dos versiones de la escena.