Novela

Pasiones romanas

María de la Pau Janer

1 diciembre, 2005 01:00

María de la Pau Janer. Foto: Santi Cogolludo

Premio Planeta 2005. Planeta. Barcelona, 2005. 452 páginas, 21 euros

Como sugiere el título, Pasiones romanas es una novela de amores atormentados. Que las pasiones sean romanas necesita una explicación porque crea unas expectativas falsas acerca de una clase de inclinaciones singulares.

El adjetivo alude simplemente al escenario donde transcurre parte importante de esas penosas historias. Janer refiere dos llamativas peripecias de amor. Una contiene el caso de un abogado mallorquín que careció en su día de coraje para dejar a su familia y juntarse con una periodista. Un decenio después le dio el arrebato furioso de recuperar a la amante, cuando ésta disfrutaba ya de una idílica relación en Roma. En paralelo, pero en sentido contrario, corren los padecimientos de un joven que, creyendo a su pareja muerta en un accidente, emprende nueva vida en Roma; al descubrir, mucho después, que su primer amor se salvó, regresa a su lado, a Mallorca, dejando a su actual compañera.

Janer centra su interés exclusivamente en dar cuenta de estos amores tormentosos, y subordina la obra por entero al relato de sucesivos encuentros y desencuentros sentimentales. Por ello no atiende a otra cosa fuera de esa urgencia en explicar unos lances patéticos.

El desinterés, o descuido, o incompetencia, afecta, como digo, a todo. Se nota en detalles de la anécdota. El uso de las casualidades es abusivo. Y el envío de todos los personajes desde Mallorca a la capital italiana resulta una rutina mecánica y poco menos que un absurdo.

Tampoco atiende con un poco de exigencia ni a la construcción, ni al estilo, y el conjunto de elementos literarios padece graves negligencias. Los personajes quedan reducidos a estereotipos. Jamás vemos al desnudo sus almas porque un narrador externo refiere dramas, congojas o exaltaciones impidiendo su presentación en vivo. La narración está llena de tópicos mentales y lingöísticos, y se adorna con frases altisonantes y pensamientos seudoprofundos o seudolíricos, ese tipo de incrustaciones que pretenden una apariencia de literatura. El estilo consiste en el predominio de una frase corta y funcional, sin el menor atisbo de creatividad verbal.

Pasiones romanas se reduce a una melodramática historia de amores fatales. Pero lo más sorprendente no son sus convencionalismos, sino su punto de partida anclado en un adanismo artístico tan fuerte que ignora o desprecia todo lo que lleva recorrido el género desde hace siglos. Y aun así, no puede calificarse de novela primitiva, sino de una obra totalmente anticuada dirigida a un lector de mínimas exigencias.