Novela

Niágara

Joyce Carol Oates

2 febrero, 2006 01:00

Joyce Carol Oates. Foto: AP

Trad. C. Camps. Lumen, 2005. 712 páginas, 26 euros

Joyce Carol Oates ha continuado fiel a la periódica cita que desde hace décadas mantiene con sus lectores: la publicación anual de una nueva novela que amplíe su largo, larguísimo, corpus.

Según se informa en la solapa del volumen, su nómina supera los cincuenta títulos y es precisamente esa fiebre productiva motivo por el que algunos, quienes entienden que cantidad y calidad son antagónicas por naturaleza, cuestionan la calidad literaria de Oates. Indudablemente la valoración de tal número de obras varía sustancialmente desde la excepcional Blonde, donde toma como referente a la inmortal Marilyn, hasta la intrascendente y en cierta forma soporífera Puro Fuego. Sin embargo al valorar el conjunto de su obra, se debe reconocer que Oates -según aseguran eterna candidata al Nobel- es una de las autoras norteamericanas más importantes de la segunda mitad del pasado siglo.

La obra recién publicada, Niagara, responde puntualmente a los principios literarios de Oates, desde la historia argumental y diseño de personajes hasta el emplazamiento geográfico o esmerado estilo narrativo. La protagonista es Ariah, "una recién casada que se ha quedado viuda en menos de un día" (pág. 19), ya que su marido se suicidó arrojándose a las cataratas tras la noche de bodas. Los motivos parecen estar íntimamente ligados a las supuestas tendencias homosexuales del esposo. El cadáver tardó días en aparecer y Ariah decidió no abandonar el lugar hasta que lo encontraran, lo que le valió el sobrenombre de "la recién casada viuda de las cataratas". Durante la espera conoció a Dirk Burnaby, personaje prototípico del triunfador, con quien llegará a casarse. Tuvieron tres hijos y la vida parecía sonreírles hasta que Dirk, abogado, aceptó un delicado caso de denuncia contra una empresa contaminante. A partir de entonces la desgracia se convierte en una constante de su existencia: primero pierde su posición y reconocimiento social, más tarde se arruina y finalmente muere en trágicas circunstancias. Con el paso de los años (la obra abarca un período de treinta años, desde el comienzo de los 50 hasta el final de los 70) los hijos intentarán recuperar, reivindicar, la figura de su padre.

La novela hará las delicias de aquellos universitarios interesados en la novedad que representa la escuela crítica del momento, la cacareada ecocritica. Pero sea o no la intención de Joyce Carol Oates contribuir a popularizar de la moda, esta obra esconde algún que otro tema de interés típicamente literario.

El problema que plantea la autora en Niagara mantiene interesantes connotaciones con otra de sus creaciones recientes más interesantes, Qué fue de los Mulvaney. En ambos casos la tragedia de un miembro de la familia altera radicalmente la apacible vida del clan. Con los Mulvaney se trataba de una tragedia que acontecía dentro del propio seno familiar, en Niagara los tintes trágicos tienen más de externos que de internos, aunque las consecuencias son similares en ambos casos. Pero además de formulaciones inherentes al propio desarrollo literario de la autora, Niagara, participa de todos y cada uno de los rasgos más sobresalientes de la, digamos, corriente de "pequeña comunidad" en la literatura norteamericana.

El postmodernismo parecía haber propiciado un modelo de novela urbana, alejada de una tradición literaria centenaria que se remontaba hasta el romanticismo de inicios del siglo XIX con Hawthorne a la cabeza; sin embargo novelas como Niagara ponen de manifiesto hasta que punto el modelo social rural continúa siendo plenamente vigente en el siglo XXI. Los cambios en la sofisticada sociedad norteamericana apenas si tienen proyección en el tradicional mundo de los pueblos. La implacable sociedad que estigmatiza a Dirk Burnaby, es prácticamente idéntica a aquella que nos presentó hace más de medio siglo John Cheever. Tal vez resulte que la sociedad más tecnológica es al mismo tiempo la más provinciana.