Image: Hermanos de sangre

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Novela

Hermanos de sangre

Ramón Acín

26 abril, 2007 02:00

Ramón Acín. Foto: R.A.

Páginas de Espuma. Madrid. 2007. 144 páginas, 13 euros

Una dificultad de lectura común en los libros de cuentos es su habitual dispersión temática y formal porque hoy, salvo raras excepciones, los autores se limitan a agrupar piezas sueltas. Los cuentos reunidos por Acín en Hermanos de sangre no se libran del todo de esa dispersión enojosa, pero tampoco forman un ramillete de textos inconexos. La propia distribución del volumen en tres secciones con sus respectivos rótulos lo sugiere: "Odio", "Tradición" y "Rareza".

El primer bloque presenta asuntos que giran en torno al sentimiento destructivo que los engloba y se relacionan con la guerra civil. Sus 6 piezas tienen un fuerte arraigamiento en la geografía oscense natal del autor, y ello acentúa la intensidad emocional desde la que se cuentan duras historias de aquel sangriento pasado. Los cuentos proceden del impulso de recuperar la memoria histórica a través de un perentorio recuerdo.

Hay bastante de catarsis de antiguas pasiones en la perspectiva del autor, algo así como si el relato de "vidas rotas", víctimas y ejecutores, castigos y expiaciones, episodios sangrientos y cainitas, nos liberara de viejos fantasmas, y esa purificación, que surge de un conocimiento de la historia real, fuera un punto y aparte gracias al aprendizaje de los errores. No es lo importante en estas historias su poso de alegato sino mostrar mediante unas anécdotas sencillas la condición humana, tanto en su vertiente de sinrazón dada a la violencia como, por el contrario, en el mérito de la rectitud de conciencia.

En "Tradición" no se rompe con el ámbito imaginativo anterior porque permanecen la violencia y el odio, y hasta asoman las consecuencias de la guerra en la figura del maquis. Pero Acín amplía los asuntos, habla de la búsqueda de la libertad o del influjo de un momento decisivo en una vida. éste es el caso del niño Tristán, que recuerda al Mochuelo de El camino, de Delibes, al evocar la fecha en que tuvo que dejar el pueblo para ir a la capital. La emoción y la ternura de estos cuentos dan un fuerte giro en la parte última. Aunque el nexo con las otras se mantiene, e incluso "Somontano del 36" podría estar en la primera, aquí la vida se ve desde otra perspectiva. El mundo se abre al misterio y la magia y el autor noveliza la "extrañeza". Y para que esta visión tenga su perspectiva adecuada, Acín cuestiona lo real y da paso al goticismo, la pesadilla, el absurdo y lo visionario.

Los 14 cuentos de Hermanos de sangre son otros tantos asedios a la vivencia de la realidad. El resultado de las experiencias mostradas es poco positivo. La vida va desde el dolor, el miedo, el deseo o la frustración, hasta lo incomprensible, pasando por el determinismo de las circunstancias. Esta relativa variedad de las piezas dentro de un fondo unitario se da también en la forma. La presencia de ciertas figuras (niños, abuelos, un misterioso primo) o escenarios (cementerios) funciona como un nexo. En unas piezas predomina la emoción y en otras se impone lo analítico (a esto se deben los pronombres él o Ella con mayúscula en sustitución del nombre de diferentes personajes). El realismo casi localista, tal como gustaba a otro autor de la tierra, Sender, se empareja con un antinaturalismo verbal.

En suma, hallamos un acertado juego de vínculos y contrapesos que pivota, además, sobre la creencia de un personaje que, sin duda, asume el propio autor: "Sabía que sólo el pasado, porque somos memoria, justifica el presente". En conjunto, Acín nos brinda con estas intensas historias un valioso asedio a la naturaleza humana estimulado por un impulso vital básico: la rememoración.