El retrato: imago hominis
Pedro Miguel Lamet
25 octubre, 2007 02:00Pedro Miguel Lamet. Foto: Benito Pajares
No hay parcela de la existencia humana que se libre de la voracidad de la novela histórica: cualquier tiempo un poco alejado, lugares cercanos o remotos, personajes principales o secundarios, nada se salva de este asalto que vampiriza, además, todos los géneros conocidos. Cualquier forma narrativa sirve bajo el membrete de histórica. El polifacético Pedro Miguel Lamet (Cádiz, 1941) ya había acrecentado la incontable nómina de este género con varias recreaciones de temática religiosa y ahora agrega El Retrato. Imago hominis. El personaje que aborda no puede ser más sugestivo, ya que se trata nada menos que de Cristo. Y el propósito lo marca una rotunda cita de Ernest Renan que encabeza el libro; el historiador francés proclama en ella que la idea de Jesús fue la más revolucionaria que haya concebido la mente humana.Lamet presenta las memorias donde el tribuno y escritor romano Suetonio refiere el viaje secreto que hizo por orden de Nerón para preparar un informe sobre la situación política y religiosa de Palestina. El relato se sostiene en el esqueleto de las etapas del espionaje y éstas se utilizan para recrear formas de vida y conflictos sociales, y para dar noticia del marco institucional del imperio y del pasado de la región. Todo ello se hilvana tras el rescate de la figura de Cristo, recién crucificado. El narrador interroga a gentes que lo conocieron, conversa con los apóstoles, incluso visita al resucitado Lázaro y sus hermanas en su casa, cae en manos del bandolero Yeshua Bar Abbá (o sea, el malvado Barrabás), conoce a la Magdalena y aprovecha para preguntarle si amó al nazareno como mujer... Fascinado Suetonio por Jesús, se obsesiona con localizar el retrato que alguien, al parecer, le hizo y esta especie de Grial se convierte en hilo del viaje.
Lamet se centra en el Jesús histórico, lo muestra en su dimensión humana y expone su mensaje dentro del contexto de época. El autor no disimula su voluntad de convertir esta materia en sí misma atractiva en algo ameno. Para esto dispone un relato lineal, sin complicaciones y con dosis de acción, erudición, pensamiento, lirismo y costumbrismo. La base formal se apoya en técnicas de eficacia comunicativa comprobada. La novela se compone como un puzzle de modelos: un relato bizantino de aventuras aliñado con las sorpresas y sobresaltos esperables (secuestro, rapto, desaparición, violación), una narración viajera animada con estampas exóticas, una trama de investigación en la que el narrador y su compañero remedan a la pareja de detective y ayudante y un relato sentimental (el sinvivir de Suetonio por causa de su bella esclava judía). También se emplean recursos efectistas: gotas de feminismo a cuento de la pecadora Magdalena, y gramos de humor por medio de un fenicio que hace honor a la mala fama de su pueblo.
De este conjunto de recursos sale una novela dirigida a un lector feliz de recibir ese ramillete de noticias y de que le cuenten ajetreadas peripecias; que disfrute ante algunos anacronismos y no repare en tópicos ni frases hechas. Pertenece, en realidad, El retrato. Imago hominis a una modalidad especial acuñada en la presente oleada de novelas sobre el pasado: divulgación histórica disuelta en el agradable excipiente de un relato inventivo, folletinesco y ameno. La novela de Pedro Miguel Lamet apuesta por la literatura como narración entretenida.