Ciencias morales
Martin Kohan
20 diciembre, 2007 01:00Martin Kohan. Foto: Quique García
Martín Kohan ( Buenos Aires, 1967) no es un narrador desconocido, pues es autor de tres libros de ensayo: Imágenes de vida, relatos de muerte. Eva Perón, cuerpo y política (1998, en colaboración con Paola Cortés), Zona urbana (2004) y Narrar a San Martín (2005); dos libros de cuentos, y seis novelas. Pasaron los tiempos del "descubrimiento", por ejemplo, de Vargas Llosa, que antes de obtener el Biblioteca Breve tan sólo había publicado un libro de relatos. Ahora, los premios apuestan sobre seguro. Y no cabe duda de que Kohan es escritor de mérito. Ciencias morales es una novela difícil por la morosidad que parece devolvernos al nouveau roman. Nuestra mención inicial a la novela de Vargas Llosa, La ciudad y los perros, no era casual, ya que ambas se circunscriben a un ambiente cerrado, hostil, aquí un colegio de rancia tradición, el Nacional de Buenos Aires; en Vargas Llosa, el militar del Leoncio Prado, de Lima. El teniente Gamboa es sustituido aquí por una joven veinteañera que trabaja como responsable de la disciplina del centro.Kohan la elige como personaje central y símbolo. Subsisten también los mundos internos y externos; pero el ángulo de observación resulta aquí más reducido: el hogar de la protagonista se caracteriza por la ausencia del hermano, en el servicio militar. Kohan ha elegido la morosidad en el relato, la profundización psicológica, unos pocos personajes, como Biasutto, el maduro jefe de los preceptores, en el colegio desde 1975, atento a que nada escape a su control. La acción de la novela, apenas insinuada, debe situarse en 1982 y finalizará tras el desenlace de la Guerra de las Malvinas, cuando el hermano retorne al hogar; las autoridades del centro sean despedidas y la familia de María Teresa (Marita) se traslade a la provincia de Córdoba. El hilo de la acción es débil. La protagonista pretende descubrir si algún alumno masculino fuma en los lavabos. Para ello instala su puesto de observación en una de las cabinas. Kohan analiza con detalle las reacciones de la muchacha, atraída de forma inconsciente por el alumno Baragli, atenta a los sonidos que detecta, a la observación de un sexo masculino (pág. 165) y al descubrimiento de su propia sensualidad. El narrador se evade en ocasiones del núcleo del relato. Detalla la figura del soldado y pintor de batallas Cándido López, la pérdida de su mano derecha en la Guerra contra Paraguay (1865-70) y el significado de su obra. En diversas ocasiones alude, asimismo, a los túneles desconocidos que parten de los subterráneos del colegio, insinuando la novela gótica.
No resulta sencillo mantener la tensión narrativa con unas dosis de escatología; otras, de represión sexual y un mucho de ignorancia vital. Quizá el lector se pregunte cómo ha ido a parar esta joven al centro educativo de mayor prestigio social bonaerense, pero nada se dice sobre ello y muy poco sobre la formación de los alumnos. Kohan sostiene las más de 200 páginas con buen pulso. Los análisis psicológicos son de gran finura y el novelista dispone de un lenguaje preciso. La lección que puede extraerse del libro es que la inmoralidad de las autoridades y el pesado silencio ocultan la opresiva dictadura que se adivina a través de sus páginas.