Novela

Recursos humanos

Antonio Ortuño

17 enero, 2008 01:00

Finalista del premio Herralde. Anagrama, 2007. 177 páginas, 15 euros

Es una lástima que algunos narradores jóvenes, como Antonio Ortuño (Guadalajara, México, 1976) elijan modelos literarios tan insignificantes como el cinismo- urbano-canalla de compatriotas como Fadanelli, habiendo en Mexico contemporáneos tan interesantes como Arriaga, Toscana o Padilla. Cansan ya bastante estas violentísimas historias de supuestos duros de ciudad, que en nada se parecen a las de verdad radicales, duras y desposeídas figuras de Rulfo o del mencionado Arriaga. Si el reciente Malacara de Fadanelli era un joven rico que se moría por reventar la cabeza de cualquier infeliz a batazos o tiros, Ortuño cuenta la historia de Gabriel Lynch que decide ascender a cualquier precio en el escalafón de su empresa. El objetivo primero de su ira es el gerente, Mario Constantino Castaneda, pues le arrebató el cargo que Lynch codicia y hasta la novia que una vez tuvo. La supuesta rebelión lícita de Lynch comienza con la "valiente" quema del lujoso coche del jefe, amparándose, eso sí, en la oscuridad de la noche. El trato de Lynch con las mujeres oscila entre sus habituales visitas a un burdel y las cutres, instrumentales y machistas relaciones con sus compañeras de trabajo, a las que encuentra además malolientes. Entre elogios del fuego, palizas por encargo, colocaciones de explosivos con clavos, asesinatos que no le parecen "delincuencia" sino "justo castigo" (p. 121), anhelos de tiros en la nuca (p. 136), sodomizaciones de personas (previamente atadas y drogadas), y símiles tan malos como "mi sombra trota como un cerdo codicioso a sus espaldas" (p. 74) trascurren las páginas. Hay una complacencia repugnante en el dolor ajeno: en el atentado encuentra hermosos la sangre y los gritos (p. 92). La novela lejos de transgredir, resulta reaccionaria, pues ese mismo Lynch que abogaba por un nuevo reparto de bienes, pone su empeño en perpetuar la injusticia una vez alcanza el lugar del gerente. Bonita revolución.
El libro parece querer apuntar hacia la dialéctica del amo y el esclavo, y quizá lo mejor sea el retrato de las diferencias insalvables en el microcosmos de una empresa: los "amos" modernos, descritos como príncipes, ángeles, semidioses y hasta Mesías, frente a los nuevos esclavos,, etc. Interesante también la analogía de la empresa como vía de redención. Pero el intento se queda en broma de mal gusto y en la historieta diabólica, despiadada, monotemática y menor de un autor, que, como mucho, resulta entretenido y habilidoso. Y no, desde luego, el "narrador mayor" que promete la contraportada ¿Qué epítetos reservaremos para los grandes?